La invasión extraterrestre se ha instalado en la Tierra sin ganas de retirarse. El contratiempo traspasa lo anecdótico para consolidarse en el tiempo. Los alienígenas han llegado para quedarse al descubrir la capacidad manipulable del ser humano. La invasión bélica es una antigualla aunque el que los terrícolas tengan que vivir como esclavos permanece invariable. La invasión marciana pasa a segundo plano para explotar el concepto de la rebelión ante un gobierno autoritario sea de este planeta o no. Toca volver a repetirse, como ocurriera con
La Llegada,
Independence Day o el cachondeo a lo Tim Burton de
Mars Attacks!
Hemos sido invadidos por enésima vez y, de nuevo, surge una resistencia dispuesta a liberar la sociedad tiranizada. Los puñetazos y la fuerza bruta no tienen sentido, ni
Bruce Willis ni
Will Smith encajan en una lucha donde las incursiones se realizan a través de ataques suicidas con intenciones liberalizadoras. El sometimiento es una actitud más fácil de llevar por la masa porque adocena con facilidad. Esta ferocidad pacífica es más democrática que neroniana mientras la fórmula del pan y circo funcione. La figura del mesías invisible espera enfervorizada. Los inquilinos que han ocupado el plantea azul han visto que la fuerza del colaboracionismo flemático es más efectiva que la imposición del armamento sofisticado. Los nuevos gobernantes aman la discreción a través de sus lacayos terrenales, esquilman la tierra con ansia económica y tranquilidad política. La policía acata, los gobernantes vendidos al sistema aplican leyes que no han diseñado ellos: son la herramienta del poderoso, su tirano. Los Legisladores trabajan desde la sombra dejando que aliados humanos se encarguen de mantener el orden de su fuerza galáctica.