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NUNCA ES TARDE PARA EMPRENDER
Película Abuelos


J. G.
(Madrid, España)

Abuelos
Ficha Técnica Video    
El mundo laboral es un sistema operativo con los días contados, parte de la obsolescencia moral que gobierna la sociedad. Vales lo que produces y el tiempo merma hasta anular la capacidad productiva. La vejez llama a criar malvas, la edad del DNI reconoce un esfuerzo. El esfuerzo no da para más. Este es un resumen filosófico de una película que se queda corta en su buenismo cómico. Santiago Requejo se pone al volante de la discriminación por motivos de edad. La vejez se relega al carril de velocidad reducida. Abuelos es una tortuga artrítica abriendo autopistas ilusionantes para hacer de la edad el nuevo cosmético natural. Rompe el tópico que enfrenta a la edad con el trabajo; a las ganas de seguir haciendo cosas con la aceptación del destino. Los años cumplidos pesan por la carga que la sociedad vuelca sobre ellos. La sociedad no es un salvavidas sino el carnicero que busca género fresco. La idea por salir adelante suma fuerzas en un trío de emprendedores con más corazón que mente fría.
 
De izquierda a derecha. Arturo (Roberto Álvarez), Isidro Hernández (Carlos Iglesias) y Desiderio (Ramón Barea)  
Abuelos emprendedores

La incompatibilidad con el mercado laboral de la madurez sin trabajo se junta con la fuerza del jubilado que no se da por vencido y el empeño romántico del escritor que encuentra una oportunidad para crear su novela más personal. La crisis laboral monta, con ayuda de alguien que no tiene anda que perder, un tinglado que pretende buscar la risa y la reflexión. El pragmatismo de vendedor nato de Isidro, la soledad hogareña de Desiderio y el individualismo autosuficiente de Arturo conviven para demostrar su juventud. Hacen del emprendimiento el garaje desde donde construyen lo que será su idea de negocio con utilidad social; la unión artificial y necesaria para un guion traicionero. Aunque le echen ganas, no son Robin Williams, John Travolta ni Jimmy Lunchbox en Dos canguros muy maduros. El ritmo se rompe con dedicación interpretativa exceptuando la personalidad que Ramón Barea regala a Desiderio.
El lenguaje les desborda en la aventura empresarial que deciden emprender: términos como brainstorming, coworking o business plan no encuentran cabida en su diccionario castellano. Esta creatividad empresarial daña vínculos afectivos poco creíbles. Las relaciones familiares sienten la sacudida de una esposa que azuza el infantilismo del marino, Isidoro, que se rinde en su cascarón de calimero. Son el sostén de una comedia infantil con espíritu de adolescente.

J. G.


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