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EL GUSTO POR HABLAR Y ESCUCHAR
Película Un diván en Túnez


J. G.
(Madrid, España)

Un diván en Túnez
Ficha Técnica Video Entrevista a la directora    
Hay que tener agallas para trasladarse a vivir desde París a Túnez; para instalar un trabajo poco estable en el antiguo protectorado francés; para hacerlo con la Primavera Árabe de 2012 reciente. Selma Derwich decide instalar su conciencia emprendedora en un suburbio; no se deja atemorizar por las advertencias de sus amigas sobre el poder del integrismo religioso; apuesta por el reto profesional; lleva la contraria a Salvini al convertirse en repatriada voluntaria. Se forma académicamente en Europa para devolver sus conocimientos a su pueblo, lejana de la civilización intelectual. El regreso a las raíces con ganas de prosperar está protegido por la valentía de una mujer que se enfrenta a la oposición de una sociedad machista sin que Un diván en Túnez signifique otro alegato feminista. Es una comedia apartada del activismo que combina humor y crítica social con optimismo y algo de romance ligero. La soledad dirige un proyecto en el que las personas son su motor; de ellas depende la fuerza para continuar o abandonar. Lo de arriba sigue siendo propiedad de Alá mientras que lo terrenal pertenece al hombre que no comprende a la mujer independiente.
 
Selma, junto a una amiga, se muda hacia su casa nueva con negocio incluido  
Selma difundiendo su negocio en una peluquería, nicho de clientes
La ciudad que Selma dejó, a pesar de haber vivido el despertar político, no ha abandonado la pachorra administrativa. Ve cómo las puertas se abren y se cierran al mismo tiempo aunque esta psicóloga recién estrenada tampoco juega con todas las cartas descubiertas. La falta de honestidad laboral funciona en el barrio al mismo tiempo que la incompetencia burocrática no queda descuidada. Nadie le quita el patinazo cometido intencionada o accidentalmente en la desorganización de una sociedad que se resiste al cambio. Sus intenciones profesionales suenan a chiste aunque alguien las vea como oportunidad de negocio sin la intención terapéutica pretendida. Quizás su llegada sea una contribución al progreso del movimiento popular tunecino.
La relación con la burocracia es un paso importante en la vida de Selma  
El largometraje 'Un diván en Túnez' está protagonizado por Golshifteh Farahani en el papel de Selma Derwich

El largometraje transcurre despacio sin frenar con brusquedad palmaria. Esa suavidad deja caer la reflexión penetrante de si la protagonista habría hecho lo mismo en París. Los clientes, mujeres en su mayoría, se convierten en actores que lo cotidiano mantiene encerrados. Algún hombre acosado por el Mossad comparte sofá con mujeres necesitadas de escucha. La consistencia relajada no rompe el argumento gracias a un zoológico de personajes. Las palabras extraen una sinceridad profunda coloreadas de chispa y neurosis. Las interioridades se descubren con voluntad divertida. La escucha desahoga al paciente, el reloj de la doctora corre sin minutaje para sus huéspedes. Se habla en las peluquerías, en el mercado, por la calle, esperando al autobús, ¿por qué no en un diván medicinal?
El nudo conflictivo aparece con el policía masculino como embajador de un cambio hacia la honradez. Esta voz de la justicia y la legalidad, lejos de poner zancadillas a una mujer en su proyecto laboral, le abre los ojos a un mundo de pachorra funcionarial apabullante. El machismo y la intolerancia islamista hacen manitas gracias al tono sarcástico de la denuncia edulcorada. El costumbrismo de Manele Labidi divierte sin pretender logros mayores al recalcar algo que todos conocemos: la lentitud oficinesca.

J. G.


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