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EL SACERDOCIO DESDE LA PARROQUIA
Película Corpus Christi
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Entrevista a Jan Komasa, director |
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Los centros de detención juvenil son el vertedero de la sociedad que apartamos sin pudor. Es muy difícil pensar que de tanta suciedad salga trigo limpio mientras santificamos una moral limpia en su discriminación. Pero, ¿quién establece los límites entre la moral correcta y la que no lo es? ¿Hasta dónde es bueno seguir el dogma oficial? A veces, y gracias a una fuerza viva, esos encerrados nos sacan los colores con gestos revolucionarios. Las carencia de respeto social se suple con trabajos que la disciplina impone sin voluntad reparadora. Y ante esta actitud despótica surge una conversión de fe más inclinada hacia la libertad carcelaria. Por eso, la conversión repentina de un joven que logra, por esta actitud, la excarcelación hace sospechar de una medida usada como arma para escapar de la jaula sin que la burla al sistema se descubra. El engaño es otra manera de saldar la pena con una sociedad contaminada. La fidelidad a la supervivencia sin molestar al más fuerte abraza la vocación de manera dudosa. La necesidad de abandonar el infierno presente activa la reconversión espiritual como apertura. Las creencias pueden funcionar como llave que acepta el destino, es brazo superior capaz de cambiar las cosas.
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El misterio de la reforma mediante el sacerdocio es la matriz de su interpretación libre. La chapa sacerdotal se acerca a la personas por casualidad con el numen de la convivencia. Su representación superior baja a la cotidianeidad para espantar la rutina. Daniel se proclama pregonero liberal que da otro barniz a la autoridad representada, habla con el corazón sin haber pisado el seminario. Corpus Christi es un ejemplo puro de que la fe carece de apellidos condicionantes: cristiana, protestante o baptista; es humana, a secas. El paseo filosófico transita por la culpa, la mentira, el perdón, hasta dónde la buena voluntad puede llegar, la falta de fariseísmo y lo manipulables que somos cuando nos dejamos conducir por la luz religiosa de una apariencia. |
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La dirección de Jan Komasa destripa el cinismo de una sociedad religiosa como la polaca en un viaje que identifica este sentimiento con inculcación. El protagonista se hace orador moderno: su potencia se basa en la mirada penetrante siempre en guardia, como de escéptico permanente; silencios graníticos; un físico que recuerda a momentos oscuros de los guetos polacos. Sus ojos saltones hablan sin odio. La salida de un universo cerrado le introduce en otro penal recluido en odios y alienaciones. La presencia de una hombre desconocido surge como un ser nuevo que aprovecha para borrar las manchas de su pasado. Los atributos sociales cambian a las personas por el traje. Un alzacuellos impone más que una camisa desabrochada. La sospecha sobre el desconocido desaparece por su etiqueta eclesiástica. Las maneras de oficiar misa y conducir a los fieles acrecientan el poder gracias a una verborrea tranquila, lista para ser disparada en cualquier momento. La singularidad del cura conecta con el góspel, encuentra un rebaño cegado por el odio y la venganza. Los métodos poco ortodoxos de predicación rozan con el párroco revolucionario que llama a no esconder el odio porque odiar también es humano y necesario. El perdón no existe cuando la intención de amar y olvidar ha desaparecido entre la gente. La comunidad católica desata su sinceridad. Los problemas internos que el silencio mantiene enquistados rebrotan. El huésped desconocido es la voz de una intención que pretende desmontar los mitos de la convicción institucionalizada. Su personaje es llevado con el rigor cartesiano que alcanza el respeto y cariño del espectador y compañeros de reparto. El espacio de poder es asumido sin intención saqueadora. Se refugia en el silencio para observar e invitar a abrir el corazón. El perdón no existe cuando la intención de amar y olvidar ha desaparecido entre la gente. Sin pretender arreglar nada, porque no ha sido adiestrado para ello, deja hablar a las personas para integrarse en su mundo como parte de un grupo que conoce. Los vecinos fomentan el odio con cartas amenazadoras mientras la mentira toma un cariz redentor.
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La tonalidad de la fotografía azulada acentúa el momento crítico de una parroquia sin pastor. El final, como el principio, huye del instinto animal. El ansia por escapar conduce al reencuentro con el pasado. La llegada de un sacerdote nuevo, y joven, supone un aire de renovación para una comunidad cerrada donde bulle un ambiente de suspense más cercano a lo policiaco que a la temática social. Corpus Christi finaliza con una revelación a pecho descubierto sobre sí mismo. Jan Komasa restriega nuestra forma de juzgar a los demás por lo que visten en vez de como lo son. El hábito hace al monje. |
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