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LOS NIÑOS DE LA GUERRA
Película La sala de cristal


J. G.
(Madrid, España)

La sala de cristal
Ficha Técnica Video    
Los bombardeos sobre Múnich abaten la esperanza de una población asustada. El final de la Segunda Guerra Mundial está cerca y la población refugiada quiere que todo pare. La reflexión sobre esta contienda mira el momento con tristeza. Los proyectiles callan en la tranquilidad de un lugar idílico convertido en infierno de la decadencia nazi. La escapatoria de Anna se refugia en la paz aparente de su pueblo natal junto a su hijo. La Baja Baviera se convierte en trampa para la reclusión carcelera de la huida desesperada. La belleza del lugar se ha impregnado de la contaminación dispersada por la ideología fanática. La sonrisa de un joven inocente es recibida por vecinos desconfiados, edificios pétreos y un cartel que preside esta arquitectura rural: ¡Un pueblo - un imperio - un líder! La entrada de un túnel desconocido se abre a través de cristales rotos y miradas desafiantes, uniformadas con la esvástica. El saludo natural del cabecilla suena extraño en la boca de Anna, la esposa de Bernd: Heil Hitler retumba como eco de moralidad obligada.
 
Felix (Xari Wimbauer) junto a su madre Anna (Lisa Wagner) huyendo del bombardeo aliado sobre Múnich  
Anna y Felix llegan al pueblo natal de la madre, situado en la Baviera Baja
El final de una conflagración incomprendida se saborea confiando en la capacidad de un Reich decadente mientras el espíritu nacionalsocialista del poblado focaliza un futuro incierto. La sala de cristal dibuja un paisaje donde el sol brilla de manera artificial. La acogida de una mujer contraria al sometimiento inicia un proceso adaptativo en el que la niñez experimenta cambios imprevistos en el comportamiento. La puericia del muchacho se acerca al mundo con intenciones limpias, seducida por el jefe local y Karri, su vástago arrogante. La búsqueda de la integración grupal anula el pensamiento individual que se debate en dudas cada vez menos vacilantes. El chico, asentado en el domicilio nuevo, siente la necesidad de crecer como alemán convencido. La ideología totalitaria hace mella en un chaval sin referentes paternos. Su inexistencia cambia el concepto de bondad y maldad, surge el sentimiento de venganza ante su pérdida. La supervivencia es un juego para personajes marcados por el destino triunfalista, un descubrimiento para la docilidad de Felix.
Felix y sus amigos nuevos -Karri (Luis Vorbach) junto a los hermanos rumanos 
					  Martha (Hannah Hagg) y Tofan (David Benkovitch)- jugando en el aserradero cercano a su casa  
'La caminata de fuego' era uno de los juegos por los que cualquier niño debía pasar para seguir la instrucción nazi

El papel masculino asienta el proteccionismo familiar custodiado por Hitler. Su fotografía es un regalo con entidad de postal icónica. La granja se transforma en una fortaleza pequeña, endeble, falsa. Las maniobras militares excitan la mentira patriótica a través de entretenimientos para espíritus lampiños, con pretensiones adultas, y nombres siniestros como caminata de fuego. La mujer no descuida su papel de conductora marcial en las diversiones. Este adoctrinamiento asigna roles en un esparcimiento donde el refugiado es siempre el malo. Tampoco faltan los pactos de sangre que acercan una madurez plastificada. Los zagales fantasean sobre la guerra, su destino y el de las personas amadas.
Se asiste a la caída del fantasma nazi desde la inocencia párvula. Las ópticas infantiles son opuestas: la transparencia de quien huye del acoso topa con la ceguera del prepotente, absorbido por el extremismo veterano. Esta fábula amarga facilita un vistazo personal al declive de un conflicto bélico que ennegrece la historia europea. Christian Lerch, basándose en los recuerdos de la infancia del guionista Josef Einwanger, aclara que la injusticia y las víctimas de los combates no sólo se encuentran en el frente. La batalla interna de un niño se impone a las detonaciones bélicas en escenarios donde el salvajismo y la humanidad mantienen una lucha constante.

El líder del grupo local Feik, y padre de Karri, (Philipp Hochmair) preparando la caería del enemigo descubierto  
Feik no duda en señalar a la música jazz como arte degenerado

El jazz rememora al padre y cónyuge ausentes, es despreciado por los creadores del arte degenerado. Su aparición despierta momentos de frialdad en un largometraje donde la ilusión resiste los embates del presente ante la visión espectral de un marido enterrado. Este encuentro funciona como pegatina necesaria para redondear una segunda parte baja en interés debido a esta presencia superflua. Su aparición justifica la cacería de una comunidad que convive con un estado de alarma espectral. La rudeza longeva arruga la suavidad con que un chiquillo palpa el terror instigado con tranquilidad inquietante.

J. G.


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