Los
bombardeos sobre Múnich abaten la esperanza de una población asustada. El final de la
Segunda Guerra Mundial está cerca y la población refugiada quiere que todo pare. La reflexión sobre esta contienda mira el momento con tristeza. Los proyectiles callan en la tranquilidad de un lugar idílico convertido en infierno de la decadencia nazi. La escapatoria de Anna se refugia en la paz aparente de su pueblo natal junto a su hijo. La Baja Baviera se convierte en trampa para la reclusión carcelera de la huida desesperada. La belleza del lugar se ha impregnado de la contaminación dispersada por la ideología fanática. La sonrisa de un joven inocente es recibida por vecinos desconfiados, edificios pétreos y un cartel que preside esta arquitectura rural:
¡Un pueblo - un imperio - un líder! La entrada de un túnel desconocido se abre a través de cristales rotos y miradas desafiantes, uniformadas con la
esvástica. El saludo natural del cabecilla suena extraño en la boca de Anna, la esposa de Bernd:
Heil Hitler retumba como eco de moralidad obligada.