En el año 2257, los pensamientos están a la vista de todos. La privacidad no existe, pensar en voz alta es algo común dentro de una sociedad poco acogedora. El hombre se ha convertido en un animal vulnerable. La hostilidad expande su fortaleza mientras lo íntimo es una expresión compartida. Las neuronas rebobinan frases con perseverancia alienante y desorientada: ‹‹Soy el círculo y el círculo somos tú y yo››. Todd sufre la tortura de no dominar lo incontrolable; lucha contra el Ruido en un mundo varonil. El manojo de inseguridades que las voces delatan le hace ser normal rodeado de una conciencia robótica y compartida. Para resistir se debe controlar al Ruido; el Ruido tiene que domesticarse para no ser señalado constantemente. No hacer ruido es no descubrir intenciones que fomenten la sospecha, anular el criterio propio que osa juzgar a la autoridad. Nadie está a salvo de sus reflexiones en Prentisstown. No hay rastros de humanidad. La sensibilidad tampoco se lleva en este paraíso masculino. El parloteo constante se mezcla entre sus habitantes estéril y violento. La confusión manda por encima de David Prentiss, un alcalde que busca el orden con dotes manipuladoras. Mads Mikkelsen se mete en la piel de pacificador comunal que pronto mostrará intenciones ambiciosas. La ciencia ficción invade un planeta colonizado y desierto.
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Doug Liman (Caza a la espía) propone una manera original de hacer que el espectador vea las elucubraciones de sus actores. La aparición de Viola desconcierta y arranca la huida hacia una convivencia desconocida por parte de Todd. Ambos inician un viaje caótico que resume el título del largometraje. La escapada hacia un entorno más ordenado comparte la misma aventura y sentires dispares. La inseguridad que invade al muchacho desaparece en este episodio boscoso, socializa una relación atropellada. El enfrentamiento con sensaciones desconocidas hasta ahora desflora su lado vulnerable. Viola es la primera mujer que encuentra en un ambiente rodeado de testosterona; la heroína caída del cielo, en el sentido menos metafórico de la frase. Ella pertenece a esa camada de cachorros sobrevivientes de un ingenio espacial en busca de su nave nodriza. Las palabras convertidas en hologramas verbalizan sentimientos quinceañeros junto a espinillas iniciáticas. La implicación de los personajes se deja llevar por la frialdad.
Los monstruos que entorpecen el camino (Spackle) y el poblado salvado de la destrucción absoluta (Farbranch) no pueden faltar. Hildy representa la solvencia lacónica desaprovechada, la fortaleza femenina que ha construido un hogar lejos de la virilidad aniquiladora. Aaron, el Predicador, disfruta recordando los tormentos del infiero. El jinete misterioso, con aire de religiosidad apocalíptica, pronostica el fin cercano como elemento expiatorio, termina por rellenar escenas de extra imprescindible.
Chaos Walking es una adaptación del primer libro perteneciente a la trilogía homónima sin proteína asimilable por el cerebro. El trío Liman, Holland y Mikkelsen poco malo puede pronosticar sobre el papel. La premisa, con alma literaria, dista mucho del resultado cinematográfico. |