El
suburbio de Queens es el campo de batalla donde los ojeadores y las promesas del baloncesto nacional se reúnen para abrillantar su competitividad. La cancha es la tierra de nadie que acoge peleas de gallos entre mates estratosféricos, virguerías con el balón y rapidez circense coreografiados por la música que tonifica
Pop Smoke, rapero fallecido de Brooklyn. La integración social del foráneo plantea dudas sobre su futuro: conseguir una beca para culminar un sueño, alcanzar la aceptación barrial o volver a China. La inestabilidad emocional se enfrenta a la relación conflictiva de un matrimonio que confía en el hijo de manera diferente. El padre se instala en la creencia ciega del monitor que ve potencial deportivo; la madre tiene los pies asentados en la tierra y se enfrenta a una realidad que exige sacrificios para alcanzar metas. Ni el señor Chin posee la altura de Yao Zhiyuan, 2.08 metros, ni su esposa la de Fengdi Fang, 1.88 metros, capitana de la selección china durante los años setenta del siglo XX: progenitores del
pívot gigante Yao Ming. La tensión familiar recuerda valores olvidados por un chico de descendencia oriental e integrado en Occidente. Esta crispación se endulza con un romance de pupitre que domestica su fuerza inicial a través de modales encaminados a mantener una relación donde la identidad étnica ha sido más arrancada en Boogie que en Eleanor, diana de sus coqueteos. La ópera prima del director y personalidad gastronómica
Eddie Huang se acerca al público a través del protagonista. Su tranquilidad observa con detenimiento al contrincante, procesa datos gracias a una mirada directa que no chorrea ira, consciente de lograr una meta alcanzable.