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LA NECESIDAD INNECESARIA DE DESPERTAR A LOS MUERTOS
Película Spiral:Saw


J. G.
(Madrid, España)

Spiral:Saw
Ficha Técnica Video    
El alumbramiento de otra entrega perteneciente a la franquicia, maldita palabra, inventada por James Wan, asusta. No sorprende por lo que una trama retorcida pueda ofrecer, esperada en su mayoría con hambre de vísceras despendoladas, sino por el remolino de basura cinematográfica desatado. El invento que exprime una continuidad devorada por los buitres no puede ser más deprimente y previsible. El terror no existe; la simplicidad de una trama que busca su humanización a través de la corrupción policial se regodea en eructos. El asesino del puzle que proporcionaba morbo al argumento siniestro se mantiene en la sombra, forma parte de la cotidianidad que centraliza las pesquisas en forma de justiciero invisible. Esa característica de monstruo sádico invita a participar en juegos donde la sangre y una resolución mortal motivan la continuidad. Los seguidores acérrimos mantendrán el aura de esperanza a través de pruebas macabras que la imaginación del torturador alimenta. La dirección, con Wan como experto, dice tan poco que cualquier comentario crítico sobredimensionan la comisaría corrupta. Esta atmósfera viciada cobija un mundo en el que casi todos sus habitantes son culpables por acción y encubrimiento de salvajadas camufladas por el teatro policial.
 
Los detectives Zeke Banks (Chris Rock), a la izquierda, y William Schenk (Max Minghella) , a la derecha de la imagen, examiando una víctima del asesino  
Marcus Banks (Samuel L. Jackson)

Zeke Marcus es el detective limpio que sólo encuentra opositores a su labor mientras rechaza al compañero novato para aclarar los casos del criminal que vuelve a la circulación. El recuerdo de Jigsaw, con Tobin Bell inexpresivo y transmisor del pánico frío, es un espejismo saltarín en favor de la justicia tomada por su cuenta. Los movimientos rápidos de cámara con efecto de analepsis o ímpetu acelerado recuerdan la marca de la casa, demasiado vista. Este engendro cinematográfico no está concebido para devorar palomitas ni comerse las uñas sino para dar rienda suelta al bostezo gimnástico antecesor del sueño. Si algo hay que destacar en esta serie caduca hace varias entregas es la mente maquiavélica de los guionistas a la hora de inventar martirios inesperados para el espectador, ansiosa del disparate terrorífico; hasta dónde se atribuye imaginación a la maldad humana podrida de sadismo. Las trampas dan vida a un largometraje que hace de la muerte su móvil para existir.
Estrellas como el rapero Chris Rock, arrítmico, y Samuel L. Jackson sin nada que ofrecer son pegatinas que salvan una atracción volátil, merecedora de la indiferencia absoluta (y cortés). La careta porcina no reprime su iconografía salvaje de dimensiones funestas y representativas que buscan excitar el vómito; los despellejamientos son desnudos vividos con rapidez desmesurada, una borrachera de plasma infantil. Los guiños a la sencillez de la primera entrega surgen con nostalgia escénica que recuerda la frescura del horror tradicional, sin despreciar el miedo psicológico frente a la sangría desesperada.
Esta espiral carnicera, sin exagerar un ápice de su apariencia, clarifica que el enemigo está en casa, es visible y se mezcla con la normalidad para pasar desapercibido. El producto Saw tuvo su momento; hace tiempo que esta ristra de entregas embutidas ha muerto: ¿Por qué no dejarla descansar en paz?

J. G.


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