La lucha por la fama en el mundo de la música tiene un destino definido: Estados Unidos. Es la meca de muchos sueños ahogados en el intento con espíritu libre. Esta tesitura entiende por libertad hacer lo que te apetece, como quieres y con quien deseas. Marieta y Pablo forman una pareja española lanzada a este vacío con más ilusión que cabeza. Fuerzas no les faltan entre golpes electrónicos y subidos de peyote. La creatividad se mezcla con sustancias alucinógenas. La socialización empatiza directa a 135 bpm mientras la confianza se asienta con euforia concertística. Sin embargo, estos aventureros, amantes de la creatividad en buclé, son dos caracoles sin domicilio fijo; su casa es un bolo repleto de invitados que esperan la recompensa al precio pagado por ver a
L.A. Drones! El mundo de la noche les pone en órbita mientras que el día es una cafetera resacosa. A parte del amor al ritmo fabricado por ordenador, la sabiduría sobre el universo de las drogas se explica con naturalidad, sus preferencias y su destreza.
La sinceridad estalla con la decepción de rutas que no llevan a ninguna parte (Tijana-Juarez y vuelta, incluyendo escala en Los Angeles). Los conciertos queman a velocidad de vértigo en una carrera que no encuentra asfaltos cómodos. La necesidad de alcanzar el éxito empuja a estos kamikazes sonoros a seguir adelante hasta que la fama se cruce en su camino. Pablo, para curarse en salud, dice con parte de verdad:
‹‹ser músico ya es ser famoso››. Se siente el eslabón último de los Crespo, obligado a dejar su semilla artística, e intelectual, en el mundo.
El romance con las drogas se convierte en trapicheo de película, justificante de trabajo. La música estalla en sus cabezas con intensidad agresiva y motivadora. Las andanzas dejan rastros de post-punk electro con elementos de
performance que en algunos momentos hubieran cautivado a
Andy Warhol por su trasgresión. Su vida no es precisamente ordinaria en una carrera empujada por la ilegalidad, asumiendo peligros entre llaneza grotesca. Este carácter elude la policía, se codea con la marihuana. Marieta y Pablo son sin papeles que saltan de garito en garito como vampiros en fiestas de música salvaje y alcohol posterior; forman parte de un circo fugaz junto a su perro Rufus.