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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


UNA TRAGEDIA REAL
Película Spencer


J. G.
(Madrid, España)

Spencer
Ficha Técnica Video    
La enésima versión que el cine hace de la princesa Diana de Inglaterra sorprende y decepciona. Pablo Larraín ha logrado concentrar ardor de estómago y emoción en una misma pócima. El director chileno, fiel a un cine arriesgado y comprometido, aborda una figura tan baqueteada por los medios de comunicación como Diana y su nexo con la Casa Real británica. Spencer se acerca a la parte humana menos conocida de un personaje mediático. Aquí, lo importante es el peso del nombre para la institución real y su reacción ante las imposiciones dinásticas, todo observado con un silencio incómodo y crucificador que rechaza al miembro innoble en vez de acogerlo en su nido regio. Es como si su aparición supusiera contaminar el linaje real por parte de una chica de pueblo sin sangre azul. Se afirman las prioridades para la institución; se abre el debate entre la persona o lo que representa, el rostro humano o una efigie numismática. La princesa del pueblo todavía no se ha convertido en su reina sin corona, es la dama rural con todas sus vulnerabilidades a flor de piel dispuesta a ser fusiladas. El proceso de conversión abre la veda en una historia fría, angustiosa e incómoda para una mujer que no es dueña de su destino.
 
Diana de Gales (Kristen Stewart) en la bruma inglesa  
La mirada de Diana dirige toda la película
El aire de desconcierto y desolación presenta un inicio desangelado en el que la suntuosidad aristocrática se llena de secretismo durante unas jornadas campestres donde cada uno tiene asignado su papel. La libertad vive aprisionada por normas de etiqueta y aislamiento social en una jaula cercada con medidas de seguridad que camuflan su magnitud. Un mundo en el que cada momento, vestido con trajes para la ocasión, tiene su etiqueta. El ser humano representa el papel de figurín para complacer la frialdad protocolaria de un encuentro inanimado. Todo gravita en torno a la abeja reina que dirige esta apatía sin pestañear. Diana es una figura melancólica a quien le han adjudicado el sello de infortunio. Diana es infeliz en su rebeldía orgánica e incapaz de someterse a una representación burlesca.
La narración discurre plana, aburrida si no es por el un protagonismo traumático de alguien que sufre un casamiento poco meditado. El conflicto interno es cada vez más evidente mientras ella sigue el juego a su manera. Diana es una niña obligada a mostrar una indocilidad que agoniza en el cansancio matrimonial. Su fragilidad sentimental es poética. Spencer es un llamada de que las cosas no funcionan en un desposorio artificial que incomoda a todos excepto al pueblo, único factor ausente en este drama intimista.
La soledad circundante se ve compensada por la dulzura maternofilial y un amor femenino recubierto de lesbianismo platónico. Los hijos son el refugio interpretado por exigencias del guion pero sin poso humano ni artístico. Su desaprovechamiento cinematográfico decapita una interpretación aceptable de Diana, sin sentimiento. El protagonismo minúsculo de Charles o la reina madre acrecientan una postal dinástica vieja.
Diana junto a sus hijos, su preocupación principal  
Diana con una de sus vestidoras, de las pocas personas con quien podía tener confidencias

El círculo que rodea a alguien carcomido por la inseguridad es más interesante: un entorno con el elemento culinario capital con cuerpo de libro gastronómico palaciego. La presencia de Timothy Spall, un mayordomo curtido a la usanza británica, proporciona una solera que corría el peligro de desvanecerse en fotonovela. Pablo Larraín juega con las metáforas, las simbologías de personajes históricos con destinos los destinos similares (Diana es una Ana Bolena contemporánea). La trama entretiene con pinzas gracias a una fotografía muy inglesa, rica en el detalle y trabajada en el vestuario exclusivo, de elegancia austera, acompañado por una música de fuerza presencial que sostiene el drama sin cortocircuitarlo. Larraín cumple gracias al apartado artístico, no actoral, apoyado por la atracción popular que un personaje como Diana Frances Spencer ejerce allá donde su nombre se escuche. El dato sobrepasa la valía de una película formal. El presente se vive al límite en Spencer con todas sus consecuencias.

J. G.


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