Dicen los entendidos en la materia que el cine, como espectáculo, nació oficialmente el 28 de diciembre de 1895. Aquel día, los hermanos Lumière mostraron al público varias de sus escenas en el Salón Indien de París. En una de las primeras emisiones, "La llegada de un tren a la estación de Ciotat", el efecto sobre los espectadores de una locomotora que parecía salir de la pantalla fue enorme. La gente salió corriendo despavorida creyendo que el tren iba a atropellarlos, o al menos eso cuenta la historia. El aparato con el cual consiguieron semejante alboroto fue bautizado como Cinematógrafo. Ese día nació la cinematografía.
En cuanto a los menos de cincuenta segundos que dura la filmación, treinta de ellos los ocupa la llegada, desde el fondo, en el extremo superior derecho, hasta el margen izquierdo, a primer plano, de una locomotora que arrastra un sinfín de vagones de los que, de inmediato descienden las gentes mas variopintas que se mezclan con las que esperan en el andén y se apresuran a subir.
En los primeros fotogramas, las personas que esperan la llegada del tren, conscientes de que el protagonista es el convoy, se sitúan disciplinadamente al lado derecho, dejando un amplio espacio al campo de la cámara. Los mas alejados, al fondo, permanecen mas próximos a la vía. La llegada de la máquina produce un movimiento instintivo de retroceso, mientras que los funcionarios, con su típico uniforme, se pasean seguros y vigilantes de arriba a abajo; uno de ellos corre presuroso -suponemos- hasta el primer vagón.
Los pasajeros,
ansiosos, antes de que las ruedas se detengan y olvidados del ojo de la lente que permanece atento registrando toda incidencia, rompen la formación y se abalanzan hacia el monstruo metálico.
El viajero que baja en primer plano, lo hace de modo un tanto desequilibrado, como desentumeciéndose. Al tiempo que desciende, levanta la vista del suelo y descubre la cámara, que sigue filmando; busca la mirada complice del funcionario, que está pendiente de su trabajo y no le presta ni la mínima atención. Se para un segundo, perdido, indeciso; mete las manos en los bolsillos y se retira de la escena, de un modo bastante cómico: haciendo marcha atrás.