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EL TRUENO (SIN TARJA)
(PAIN + Nightwish. "European Passion Play 2008".
Sala La Riviera, Madrid. 16 de abril de 2008)

J. G.
(Madrid, España)

Nightwish

El regreso de Nightwish a los escenarios españoles ha sido uno de los más esperados por los amantes del metal sinfónico y también por los curiosos. La ausencia de Tarja Turunen era motivo más que suficiente para comprobar cómo se comportaba Anette Olzon, su sustituta en el escenario. El interés por escuchar el directo del nuevo disco no era superior al de confrontar la voz de Anette con la de Turunen. A pesar de todo, este grupo finés siempre ha movido a grandes legiones de seguidores allá donde tocan. Hacen buena música y su público es incondicional. La banda de Holopainen y sus doce años de vida, ha sentado cátedra en un entorno tan exigente como el del Metal.

Los finlandeses no se presentaron en solitario, sino que para abrir boca se trajeron a PAIN. El grupo de Peter Tägtgren encendió el ambiente en una sala ya casi llena, cosa inusual para unos teloneros. Su Metal Industrial dejó a La Riviera inmersa en un ambiente pesado por la insistencia de ritmos y aceptable por la calidad del sonido. Han aprovechado la gira para presentar su nuevo trabajo: “Psalms Of Extiction”. Guitarras sinfónicas y teclados. Se nota el alma de Tägtgren, además de músico y productor, mente creativa. Transgresor, no se limita a un sonido encasillado, sino que la barrera de su música se sitúa ente lo lógico y lo ilógico, ofreciendo siempre cosas nuevas. La importancia de los teclados fue vital en la mayoría de sus temas, en ocasiones recordaban a los primeros ordenadores infantiles CASIO o a los juegos Arcade de los años ochenta. Temas como “Just Hate Me” se ganaron a la sala en un abrir y cerrar de ojos, creando un ambiente industrial épico. La temperatura fue subiendo nota a nota. Este horno humano llegó a su punto máximo de ebullición con “Shout Your Mouth” -del disco “Nothing Remains The Same”, 2002- que dio por finalizada una actuación excelente aunque sin atender las demandas del público exigente.

Entre teloneros y principales siempre hay un lapso de tiempo dedicado a acondicionar el escenario para el nuevo grupo. Aunque la gente se impacientaba, el espectáculo de Nightwish comenzó antes de lo previsto. Público intranquilo, no cabía ni un alfiler, algo de nervios pero sin llegar a los pitos. La luz azulada y los acordes de la Intro dieron paso a once canciones y tres bises agradables. Sin complicarse demasiado, desplegaron el mismo setlist que el que tocaron diez días antes en Le Zenith de París. Fueron temas que comprendían los siete últimos años de su carrera, desde “Wishmaster” hasta el más reciente “Dark Passion Play" , sin hacer referencia al EP de 2001 “Over The Hills And Far Hawai”. Un contenido heterogéneo, recordando a  los Nightwish oscuros de “Century Child” y los rompedores de este último trabajo. La Intro se presentó ante un decorado acuático y ecológico, con motivos paisajísticos de fondo. El mar, el cielo, las olas rompiendo en los acantilados como su música en los oídos; soledad, pureza. A continuación sonó  “Bey bey Beautiful”, segundo tema de su nuevo disco. Luces espectaculares. Los tonos azulados, y rojizos en muchos momentos, no desmerecieron la lírica de las canciones, siempre acompañadas por teclados y batería. Contundencia.

La prueba de fuego comenzó para Anette cuando cantó las primeras estrofas. Salió con fuerza al escenario, con ganas de comerse al público. Adrenalina. Su voz era limpia; la producción cuidada. Todos los ingredientes para cocinar un buen guiso. Lástima que la cocción vocal fuera cayendo por momentos. “Dark chest of Wonders” y “Whoever brings the night?” dejaron sentado que la nueva vocalista de Nightwish tenía cosas que ofrecer. De hecho, el público se enamoró de ella desde el primer momento. ¿O sería de las melodías? Es la pregunta que siempre surge en cualquier concierto. ¿Importa más el continente o el contenido del evento?...

Anette aguantó el tipo hasta la cuarta canción, “The Siren”, donde su voz fue perdiendo potencia. Las secciones de cuerda y percusión mermaron importancia a la cantante. Su voz no sufrió acoples pero se diluía entre los instrumentos. Ganaba en solitario, aunque no igualó a Tarja. Jukka Navalainen hizo de las suyas a la batería, eclipsando a los mejores en este instrumento. Su sonido era atronador, nunca molesto porque se integraba a la perfección con la melodía. Su poder, colosal. Ante tanta fuerza bruta, Vuorinen y Nevalainen obsequiaron al público con un dueto de guitarras acústicas memorable. Tranquilo, bello y muy profesional. Chapeau. No tenían nada que ver con los espídicos de “Wishmaster”.

A mi entender, Anette necesita más rodaje para estar al frente de un banda como Nightwish. Las características de la soprano lírica dramática están a años luz de esta vocalista de metal sinfónico que toca el oboe y es estudiante de música en el Music Conservatorie en Copenhague. Aunque con trabajo y mucha disciplina, todo se puede alcanzar. Tiempo al tiempo.

Nightwish pierde muchos enteros si no se hace mención a los teclados de Holopainen. El creador del grupo aparece en segundo plano en el escenario. Casi todos los temas que tocaron comenzaban con las notas de sus teclados, virtuosos. A modo de intro, suave, confieren a la canción una energía atípica en este instrumento. Entre lo gótico y la electrónica. Se le conceden pocos méritos a su labor, méritos que siempre se suele llevar el vocalista. Los teclados están por encima de la voz en Nightwish. Sin ellos, el grupo pierde escenografía. Holopainen te hace viajar, la voz de Anette es estática. Puede enloquecer a los fans del grupo pero, mal que nos pese, no emociona a un oyente objetivo. Anette se fue creciendo conforme discurrió el concierto, sin pasar de un punto invisible que se llama corrección. Se movía por el escenario como una cenicienta, con traje negro, provocativa, tierna y cercana. Con ganas, aunque sin chispa.

Las canciones “Sahara” y “Nemo” pusieron fin a una actuación que duró poco más de una hora. En ningún momento se hizo aburrida. Los tres bises que interpretaron como regalo fueron una descarga de potencia desmesurada. En ellos residió casi toda la fuerza del concierto. “7 Days of the wolves” con la guitarra de Hietal, “Wishmaster” y “Wish I had an angel” sonaron a cada cual más vigorosa. La falta de presencia de Anette en el escenario no es obstáculo para afirmar que Nightwish es una de las bandas más poderosas dentro del metal sinfónico ahora mismo. Su éxito radica en una tarea de equipo muy bien compenetrada donde las virtudes de uno enmascaran las carencias de otro.

 

J. G.

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