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RAPSODIA PASTORIL
(Concierto de Sean Lennon.
Sala Heineken, Madrid, 17 de febrero de 2007)
J.G.
(Madrid, España)
Sean Lennon en concierto

Las comparaciones son odiosas. Una frase típica para un músico atípico: Sean Lennon. El hijo de un icono musical, John Lennon (de nombre auténtico John Winston Lennon), se paseó por el escenario Heineken de Madrid para cantar el repertorio de "Friendly Fire", su segundo y más reciente trabajo. Su debut discográfico en solitario se produjo el año 1998, al presentar "Into The Sun". Sean Lennon es una figura reconocida dentro de la música, ya que ha colaborado con su madre Yoko Ono, Money Mark, Deltron 3030, Handsome Boy Modeling School, Vincent Gallo, Ryan Adams o Ben Lee, entre otros. El apellido Lennon envolvía la sala, ofrecía las garantías para disfrutar de una velada amena. Música de calidad. La espera poco tenía que ver con la antesala de cualquier concierto pop de grupos MTV o de radio fórmula, donde la impaciencia está a flor de piel. Era tranquila. La gente llegaba al concierto, unos cogían una copa, otros se ponía a hablar. A casi nadie le importaba la hora del comienzo.

Sala llena pero no abarrotada, buena entrada, público apacible. Ambiente distendido, Leonard Cohen sonando de fondo. Todo el mundo parecía pasarlo bien. El discurrir de la espera se asemejaba a una Jam Session, con un público más proclive para escuchar buena música de una forma relajada, entre amigos, que para retorcerse con movimientos espasmódicos. Sin carreras ni apelotonamientos por estar en la primera fila, ni gritos ni ataques de histeria.

Cuando Sean apareció en escena se cayeron muchos de los estereotipos que el apellido Lennon despierta. Lucía un aspecto informal a caballo entre profesor chiflado, bohemio y estudioso de la Historia Medieval. No llevaba escrito en la frente el nombre de su progenitor, lo cual aumenta la curiosidad por su música. No es un clon de su antecesor, buen comienzo para entender su trabajo. El recuerdo de su padre sólo aparece en unas gafas, pero a diferencia de las estilizadas que usaba John Lennon, éstas son grandes, de pasta marrón oscura y gruesa. Traje a juego con las gafas y sonrisa omnipresente. Poblada barba, mirada enigmática y dulce escondida tras los cristales oculares. Su gesto es cariñoso y aniñado a la hora de chapurrear palabras en castellano. Poco místicas, pero divertidas. Sinceras, como su aspecto. Su fisonomía puede causar entre los que no le conocen una mezcla de indiferencia y curiosidad. El espectáculo está servido.

Acompañado de una guitarra comenzó a desplegar su música. Un sonido tranquilo, sencillo, en ningún momento pretencioso. Rápido y ágil. La austeridad del escenario y la descuidada iluminación de la sala Heineken hacían de las canciones un elemento no sólo musical, sino que también ambiental. Mientras éstas iban fluyendo, su voz se fusionaba cada vez más con el sonido de cuerda hasta formar un todo inseparable. Sean Lennon es un cantante de guitarra al que le quitas ese instrumento y le despojas de gran parte de su encanto. ¿Quién ha dicho que la guitarra no tiene su propio lenguaje? Sean Lennon sabe cómo integrarse con él. Sin llegar a la espectacularidad, su música despierta la curiosidad, y agrada a quien la escucha.

Artista por su música no por su apellido.

Las primera parte del concierto se compuso de canciones bucólicas, acústico. Su música no destilaba un pop puro, se complementaba con un timbre meloso. No resultaba aburrido aunque tampoco rompía corazones. No hacía vibrar, no cansaba. Era interesante escucharlo, cosa nada fácil de conseguir para un músico que sólo ha publicado dos discos. Sus composiciones se alejan del mercado de consumo. Tampoco tiene nada que ver con el espíritu revolucionario de su padre. La banda que le acompañó se componía de guitarra, bajo, teclado y batería (estos dos últimos instrumentos en manos femeninas) La fisonomía de la chica que tocaba los teclados recordaba a Yoko Ono. La presentó como su novia. Su actuación fue más que correcta. En algún momento la expresividad de los gestos, ayudado por sus rasgos nipones, destapaban un aire infantil. Otra particularidad de este concierto. Técnicamente, fue el soporte a la voz de Sean. El teclado supuso el 50% de su actuación.

Ya en el ecuador de la representación, sin pánico escénico, el Sean Lennon tranquilo que hasta ahora se había escuchado pasó a mostrarse como un músico más atrevido, ayudado por una Fender. El cambio de guitarra le hizo más eléctrico, juguetón con el mástil y las cuerdas. Más experimental. La conexión artista-espectador fraguada desde el comienzo se transformó en pequeña eclosión sonora. Arañaba la guitarra con delicadeza imprimiendo un ritmo lento. Las notas musicales salían de entre las cuerdas y se disolvían en la atmósfera de la sala, exenta de humos. Los temas, carentes de acompañamiento vocal, se hicieron más largos debido a los solos de guitarra. Eran menos intimistas, canciones con un hilo más difícil de seguir, pero nunca inconexas. Hay que entenderlas para apreciarlas. El sonido adquiere un carácter lineal en donde la música supera al texto. En ocasiones parecía un músico ensimismado con sus piezas, ausente del entorno en el que se encontraba. Recordaba a la etapa sinfónica de los primeros Pink Floyd ("Atom Heart Mother", "The Piper At the Gates of Dawn", "Animals", "Ummagumma") con temas muy sonoros e interminables. Pequeñas sinfonías épicas y eléctricas.

La diferencia entre el genio y el artista correcto es que si el primero se equivoca, nadie lo nota o al menostodos entendemos que no lo interpreta así, ya que forma parte de su genialidad. El artista no puede fallar porque enseguida es criticado. Sean Lennon no falló, fue ameno, humilde y muy cordial. Se supo ganar al público.

Estuvo preciso hasta en la duración del concierto, una hora exacta. De nuevo, la corrección se impuso sin resultar agresiva ni prepotente. Algo así como: "Esto es lo que quería ofreceros, ya es todo vuestro, espero que lo hayáis disfrutado". Su música camina al revés que el mundo, exenta de estrés. Quizás sea ésta su manera de hacer la revolución: en silencio. El Ghandi del siglo XXI. "Friendly Fire World Tour" finalizó con los bises obligados a petición de un público complacido.
El broche del concierto, con Sean Lennon sobre el escenario, lo puso una rubia de melena larga y despampanante, que, apartada de la muchedumbre, casi en privado, se perdía con su chico entre largos besos. La música es el principal conducto que siempre nos lleva al amor. Una cosa quedó muy clara: Sean Lennon no es los Beatles, es Sean Lennon.

J.G.

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