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MUSINTERNAUTA

TU OPINION TIENE UN SENTIDO
Histórico

 


SOÑANDO AL VIENTO, LIBERTAD
(Recuerdo a una amistad cálida)

J. G.
(Madrid, España)

Camino al cielo

El sonido del tiempo permanece en el recuerdo. Es el recuerdo de alguien que se fue; la fuerza de un sentimiento cuyo cuerpo supera al sedimento físico de la vida. Quien aún podemos disfrutarla, aunque maldigamos su armonía con la poética del lamento diario, sabemos que El Pito nos dejó de manera corpórea. Si pensamos en ti es porque entendemos la muerte como parte del proceso vital; la miramos cara a cara sabedores de que un día nos encontraremos con ella. Queda la huella dejada por el calor de tus palabras, risas y mirada color chispita. ¿Hay música más allá de la muerte?

Me alegro de haberte conocido al cruzarme en tu vida por casualidad. Fuimos amigos...

Espíritu de inventor que siempre le estaba dando vueltas a las tuercas del cerebro. Capaz de convertir los lapiceros de mermada estatura en plumas de talle estilizado gracias al apéndice de lo que otros consideramos un trozo de plástico en desuso. Tus memorias fueron tomando cuerpo mientras permanecieron enterradas en las barricas del tiempo silencioso. “Buceando en los recuerdos” es una canción universal dedicada a tu sueño y al tío Prudencio. Tu danza literaria es un remanso de anécdotas campechanas.
Te recuerdo saltarín de ingenio en los aposentos de la edad, sosegado y ávido de nuevas coplas como el personaje homónimo que protagoniza “La del Soto del Parral”, zarzuela que Reveriano Soutullo y Juan Vert musicaron.

Las vicisitudes de la vida hicieron que tu infancia se gestara bajo el látigo de la Guerra Civil Española, acontecimiento al que no prestaste mayor interés que el que la supervivencia mandaba; sin peder la sonrisa del rostro ni apagar el fuelle de tu ingenio, ayudado por la complicidad de Colín, el tío Capirel (el de Uclés) y sus chuches de a real la unidad; ¡qué decir de la Palmira!, esa ternera que avivó el fuego durante aquellas fiestas patronales en los comienzos de una contienda silenciosa, a la postre fratricida.
Los chiquillos animaban el cotarro de las fiestas patronales en Huelves, cada 8 de mayo. Había charanga y vuelta al ruedo por las calles. El estómago del artista estaba a buen recaudo gracias a la costumbre de “echarle el músico a alguien”, compartiendo techo y viandas durante los días de jarana.
El tío Chamberí animaba el cotarro dejándose disfrazar de oso circense, siempre bonachón.

Amante del ritmo generado por la mecánica, soñabas con galopar sobre el viento a lomos de un rocín motorizado. Añoranza de aquel Ford anterior a 1900 que descubriste cuando apenas alcanzabas el acelarador. Motero que sorteaba ligero los baches de macadán y asustaba al viento por las carreteras que rodean al páramo de Huelves. ¡Menudo Quijote de cabalgada mecanizada! Como buen inventor, desarmaste ese vehículo para armarlo con mimo y limpieza; y así conspirar junto a la velocidad y el riesgo, sin medir las consecuencias. Eras un chaval aventurero. Enamorado del agua, la mitología y del viento, Céfiro acarició tu cara mientras montabas la Harley Davidson que enfiló la cuesta de la atarjea. Tu cuerpo menudo luchaba contra la gravedad acelerando el corazón; ¡vaya imitación de Denis Hooper en “Easy Rider”! Contracultura. Fuiste protagonista de tu particular road movie motorizada, cuyo tubo de escape chapurreaba en espanglis extremeneño a Steppeenwolf en "Born to be Wild".
Una canción motera donde las haya, de versioneado goloso y estribillo pegadizo. La cuesta del Poyato se adelantó a las carreteras estadounidenses.

El silbido del tío Pititos sobre el canto del cartoncillo evoca tu recuerdo. El hijo del tío Manolón, no acierto con su nombre, se hizo músico entre la soledad del campo poblado de balidos pastando. Su flauta, compañera de mendrugos, tormentas y soles, sonaba a Ismael Enrique Arciniegas recitando "La Flauta Del Pastor".

El Pito siempre tuvo ojillos de zagal espabilado: eran dos linternas iluminadas ante lo enigmático. Músico del refrán curtido, tolerante en su pensamiento; de malhumor terco y pasajero. Huidizo del chismorreo y amante del fútbol, me hacía reír cuando piropeaba a Penélope Cruz canturreando ¡ahí va la Pelépolis!

 

 

J. G.

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