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SILENT PRIDE CON SABOR A CHUECA
(Concierto silencioso durante la Semana del Orgullo Gay 2011)

J. G.
(Madrid, España)

Silent Session en la Semana del Orgullo Gay

La pluma que se suele respirar durante las fiestas del Orgullo Gay en el bastión homosexual de la plaza de Chueca se sintió ajada. El bullicio musical propio de estas fechas mudó de pelaje. La música al aire libre enmudeció, dejó de agitar el feeling colectivo. La fiesta armonizaba relajada con los aspavientos orquestales del dj, de mímica alucinógena e intrascendente;. ¿Dónde está el poder congregante que todo pinchadiscos posee? Mutismo. Lo llaman silent sessions, una fiesta insonorizada al aire libre, individualizada. Unos auriculares debidamente conectados a cierta emisora radiofónica proporcionaban los sonidos del silencio. Las fiestas del Orgullo cambiaron el chundachunda pachanguero por la quietud de su audiencia. El ambiente marchosillo de la zona en esta época del año mermó; la tranquilidad de sus vecinos se incrementaría. Una norma de urbanismo cumplida por Botella de efecto sobre el papel electoral. Este bando, de resultados negativos, resultó un fracaso, un chasco, una decepción. Los disc-jockeys encargados de “amenizar” Chueca la convirtieron en reunión feriada, de intencionalidad musical; tontorrona, donde las personas figuraban como atrezzo de una performance arrinconada bajo el sol. La música flotaba en los oídos de la asistencia a modo de chill-out popular.

Me imagino a David Guetta pinchando para esas neuronas interconectadas que viven la fiesta en reductos particulares. La figura del dj perdió su atractivo y atracción. No se encontraba sola en este útero vacío; un bailarín gogó se desternillaba de risa contorsionado ante el silencio sin cascos. Ejercicio hacía: mataba moscas, surfeaba por un mar de malabarismos circenses, practicaba el lenguaje para sordos marchosos, invitaba al público a gozar de su soledad insulsa. Estela lejana del Moulin Rouge o la película Striptease sobre plataformas callosas; patetismo bienintencionado maloliente a festejo con sabor a carnaza exhibicionista. Tigresa de la noche en las fantasías privadas de mucho puritano embadurnado con moral limpia.

Barenboim tiene aceptación en esta idea de sesión silenciosa. Su significado es sensato cuando el sonido busca la reclusión que permite una degustación exquisita; cuando el silencio se convierte en aliado, cuando hace vibrar con los ojos cerrados. Chueca, y la celebración del Orgullo, exigen otro tipo de frenesí. Aquel que despierta del roce sudoroso entre camisetas ceñidas y moldeados pectorales.

Los decibelios se escaparon por reductos escondidos y embadurnaron la plaza de Chueca con su ruido de chiringuito. El centro del lugar gozaba de una armoniosa insonorización musical, antagónica con sus locales cerveceros. La algarabía congregada junto a las barras -de improvisación outdoor- escondía la música que sólo debía escucharse por los auriculares. Se escabullía por alguna oquedad escondida a los ojos policiales. La música no se acalló en Chueca. El tiberio, de estribillo molesto conforme bajaba el sol, rompió la barrera de los decibelios permitidos: ¿se quejó algún vecino por este ruido?... Los asistentes a esta convocatoria silenciosa, y pacífica, estaban dispersos por el suelo como galgos rascándose las pulgas: cada uno a su música. Parlaba el ruido inevitable de la muchedumbre ocupando un espacio abierto limitado.

El Medio Ambiente de Ana Botella ha permitido superar los límites de ruido en cuatro escenarios: la plaza del Rey, la calle Pelayo, la plaza de Callao y la plaza de España. Derrocha permisividad dejando rebasar los decibelios de 45 a 90 entre las once y las 2.30 de la madrugada, del jueves 30 de junio al 02 de julio (sábado). La plaza de Chueca no se libró de esta ley del silencio.

La música se puede acallar; el ruido generado por la gente, no. La multitud ocasiona sus propias distorsiones sonoras, siempre molestas en ambientes festivos. Así sucedió en Chueca: se sofocó un conato de fuego, pero no se apagó el incendio. Por extensión, debería de hacerse lo mismo con otras fiestas que padecen las calles de Madrid durante el resto del año. ¿Es la del Orgullo una festividad segregadora?, ¿carece de ese carácter vecinal que nos convierte a todos en sus cómplices.... porque en Chueca conviven maricones y tipos normales?
Los órdagos lanzados por el colectivo de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB) de suspender los días del Orgullo no ha sonado creíble. Más entendimiento y menos pulso momentáneo.

 

 

J. G.

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