Hay pocos conciertos en los que sales con mejores sensaciones que cuando entras; dueño de un entusiasmo que no poseías al principio. Quizás esta impresión no se deba a la calidad de la música escuchada sino porque te sientes un poco más optimista, debido a un efecto expansivo, gracias al contagio de una felicidad increíble. Esto es lo que Helena Goch transmite con su melodía y su presencia sobre el escenario: vida dentro de un jardín de la felicidad, explosión y ganas de vivir cantando. Desde que sale a escena, irradia el magnetismo de la sonrisa fresca, interpretada sin maquillaje, presidiendo su rostro. También es dueña del desparpajo que conoce las tablas con soltura. Se desenvuelve como una muñeca por su casa haciendo travesuras en busca de la complicidad y participación del público.
Las composiciones que crea son suaves, sencillas, llenas de carisma; con dulzor pop y electrónico. Su guitarra, siempre en mano, decora, como prolongación de su alma, canciones tan sencillas como profundas, directas e irresistibles: cautivadoras.
En la presentación de su último trabajo “La rama dorada”, el recuerdo a canciones anteriores mezcla las letras en inglés con el castellano. Las letras amables desprenden sentimientos abiertos, acompañados siempre por su sonrisa. Fluyeron entre amigos, en familia, con una facilidad hasta convertirse en propiedad pública porque Helena Goch sabe comunicar e involucrar al espectador, incapaz de quedarse parado ante semejante torrente. Su estilo pronto marcó territorio.
El nuevo disco es un trabajo sensual, lleno de buenas vibraciones. Con su éxito “Dulce Juana”, esta cantautora emergente hace su homenaje particular a Lou Reed, uno de los iconos musicales de todos los tiempos. A parte de esta balada perfecta, otros títulos se adaptan al romanticismo sin olvidar aquellas experiencias en las que la vida te recibe con bofetadas, estando dispuesto a levantarse. Helena Goch finalizó esta reunión amistosa con “Serendipia” (un rock and roll festivo perteneciente al disco anterior, “Little tiny blue men”), en forma de fiesta musical que hace bailar con una intensidad palpitante. Helena convenció e hizo disfrutar con su sonrisa radiante y esa carcajada espontánea que la convierten en especial como su arte.