Los Reyes Magos se han anticipado este año para los amantes del buen rock. La bomba ha sido tan gorda que su explosión comenzó a escucharse el 5 de enero y, desde entonces, no ha dejado de dar coletazos pirotécnicos, cada vez más asentados en la realidad noticiosa. Los Guns N' Roses, con un Axel Rose fondón que no se resigna a enterrar las mieles del pasado, vuelven a los escenarios. El grupo, dado por muerto en el directo, decide embarcarse en una gira universal que arranca en Coachella. Todo comenzó en las antípodas cuando AJ Maddah, promotor del festival australiano Soundwave, acalló, a finales de agosto de 2015, los rumores que apuntaban a un reencuentro en los escenarios de la formación clásica. La mecha de esta reconciliación entre el cantante Axel y el guitarrista Slah se encendió rápidamente, imparable y bajo secreto sumarial, hasta convertirla en bomba mediática. El terremoto desencadenado se vistió de regalo navideño. Más de uno habrá dormido como un bebé roquero durante esta noche mágica, si no estuvo de borrachera nostálgica musical, desempolvando vinilos perdidos en el recuerdo.
La vuelta a los grandes estadios de GN'R es un regalazo aunque imaginamos que no será gratis. Las cifras mareantes comienzan a deambular entre la magia de las rosas y las pistolas. Billborad se apunta a esta tarta, que se va despojando de su corazón sentimental, para desvelar el suculento aroma económico que el regreso momentáneo de la banda californiana deja tras su estela de fugaz estrella sin rumbo, por ahora. Los mentideros musicales afirman que la revista se encuentra en negociaciones para una veintena de conciertos en EE UU, el primero de ellos en Las Vegas Arena el próximo 6 de abril. Los Guns N' Roses ya han puesto precio a sus cabezas y estarían pidiendo 3 millones de dólares (más de 2,7 millones de euros) por cada actuación.
Todo es secretismo mientras se lanza el cebo para que el pez pique de manera anticipada; o sea, el público. Una audiencia fiel que no debe ilusionarse con tarifas low cost, tan de moda. El canto que anuncia el presumible regreso de GN'R a la arena ha sido un bombazo contemplado, por unos, con mirada nostálgica mientras otros se frotan las manos por lo jugoso del negocio. Axel Rose y su banda se subirá al escenario con más barriga, con canciones empolvadas por una carraspera entrada en años (todos excepto Richard Fortus y Tracii Guns han entrado en la cincuentena) aunque la gente está dispuesta a pagar por escuchar sus conciertos con los ojos cerrados, sintiendo el poder de su música, recreando momentos en los que el juicio crítico se nubla. Lo reencuentros musicales de las macro bandas nunca han sido fructíferos ni hogareños, sólo estrategia para sacar más provecho económico.
La marca GN'R se ha revalorizado con este regreso, nada épico, convertido en noticia lanzada con discreción para evitar las murmuraciones posteriores si el descalabro aparece.
Desde 2008, el grupo vive de las rentas sin sacar un nuevo disco al mercado. Montados en una carroza exitosa, adornada con grandes cifras, se han ganado lo que tienen pero durante ocho años no han evolucionado. El pasado glorioso da crédito a una banda aunque no asegura su continuidad a no ser que quiera ser recordada como una gran gloria de museo. Guns N' Roses tiene mucho que demostrar ya que si se envuelven en una gira será para demostrar que ni su imaginación ni talento se han agotado, dejando a un lado las discrepancias personales. El rock está de suerte, aunque sea para recordar el directo de unos grandes, cargados de presencia silenciosa. ¿Cuál será el próximo regalo?
