La música de Luis Eduardo Aute tiene una palabra que define toda su obra: intimista. Los textos de sus canciones dan paso a una dimensión que siempre ha corrido paralela a ellas: la poesía. Aute es miel y hiel; su nuevo libro (no el único), una necesidad, un ahora me apetece que las palabras vuelen libres para que sea el lector quien las module. El trabajo final descubre un mundo auténtico y onírico por el que elefantes de trompa ágil merodean sobre un vergel púbico con la luna como testigo, acoge el recuerdo a David Livingstone, al Ángel de la saeta, animalismo agreste, indignación y erotismo descubierto. Se entrega a la lengua, al juego expresivo, al significado múltiple del palabro: ironía en la frase, pasión sin censura. Aute no sólo la mima con su voz; primero, la ha educado sobre el papel para ordenarla despacio con una delicadeza que a veces duele. Sin alejarse de la sinceridad, cultiva el instante, que ha permanecido inalterable con el paso del tiempo. El futuro brilla eternamente en esta arqueología de emociones y momentos inolvidables. Hoy quiere expandirse en esta colección de vocablos con orden y concierto junto al desorden de las ideas paridas con la voluptuosidad de Fernando Botero, activa en las creaciones del músico poeta.
La vida pasa sobre un escenario flanqueado por la firma de Aute. Los artistas son visionarios y este pintor del lenguaje los personaliza a través del deseo, crítica y estética. Difunde la lucha por un mundo mejor sin olvidar sus imperfecciones.
El libro es un proyecto creativo, una boca sin mordazas; Aute: imagen y persona, silueta en blanco y negro y remanso colorista, surrealismo, trasgresión, magia, protesta. Su riqueza metafórica ha construido una pieza artística vital donde la independencia prima ante todo lo demás. Es un paradigma, un contrasentido que enfrenta el poder de la soledad distintiva contra el protagonismo que siempre ha escapado de los focos. Se escabulle del universo multitudinario que su música ha concentrado. Es uno y muchos; tanto y tan poco: coraje ante la palabra, ritmo fundamental en un baile de malditos, vecino de idiotas que se dejan llevar por la comparsa a la que luego él ha cantado con letra incisiva.
Reflexión y caligrafía inspirada de Aute toman copas en compañía mientras este trabajador de la palabra se emborracha consciente de su riesgo. Sin medida. Su parte anónima crea belleza con mayúsculas. Las composiciones de ‹‹Toda la poesía›› son microrrelatos en verso libre que juegan con la sonoridad del verbo y su identificación equilibrista; cueva de ángeles y prostíbulo concurrido; morir y levitar sin descanso; tiempo para el recogimiento. Escuchar sus poema musicados pone a flor de piel un nudo en la garganta.
Crea silbidos peleones apoyados entre sí para construir caminos que allanen el paso a los tiempos, alborotados por berrinches políticos, vallados por el hervor celoso de un amor propietario. En su nuevo poemario, Aute ayuda a pensar en lo que somos y lo que pudimos alcanzar; se levanta ante las verdades pisoteadas sin dejarse atrapar. Es la antítesis del silencio complaciente; el color de la verdad. Aute es religión y anticristo. La realidad es su musa, más cercana del Olimpo terrenal que del Parnaso celestial: así es él.
Este acto, entre anécdotas y agasajados, fue un homenaje rancio y culterano de tres intelectuales de la palabra. Dudo que el Aute más campechano, contenido por el político educado, disfrutara con su escucha. El artista, nacido en Manila, sigue vivo y gracias a sus títulos se ha convertido en inmortal. Quémame con tu ímpetu callejero mientras escucho esta poesía soñando hasta el alba.
