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LA FUERZA DEL TELONERO
(Symbiosis + NOVIEMBRE XI. Fin de gira "Cárcel de cristal".
Sala Moby Dick, 09-febrero-2018)

J. G.
(Madrid, España)

Noviembre XI
   

No porque a los artistas ajenos al circuito comercial haya que apoyarlos se tiene que dorar la píldora a cualquiera que se atreva a recorrer un camino lleno de zancadillas. Nacer entre el olor a salas de ensayo sudorosas, locales alternativos y nombres de segunda fila conlleva un esfuerzo que merece ser recompensado, los matices vendrán después.
El concierto de hoy promete variedad; la oferta es atractiva. El dos por el precio de uno alejado de las grandes estrellas ya montadas siempre depara sorpresas y casi nunca defrauda. Cuando el grupo todavía no tiene forma de un producto, algo late en su interior: si es malo, lo atribuimos a la falta de rodaje; si es bueno: bienvenido. Ni Symbiosis ni Noviembre XI son tan conocidos como para considerarlos de dominio general; sin embargo, hay que reconocer que ambos se lo trabajan. Su música no se apoltrona en una discografía que encasilla. La objetividad huye de las listas y los anglicismos (léase top); el sonido se respeta en su pureza para bien y para mal.

Se dice que el telonero calienta la silla al artista que encabeza la velada: un axioma rebosante de inexactitud. La magia del directo hace de lo imprevisible una realidad, y hoy lo consiguió. Symbiosis, un cuarteto madrileño dispuesto a repartir puñaladas de metal, era el gancho para la actuación de Noviembre XI, prometedores de fuego y ritmo. Su rock fue imparable, casi agotador; revienta altavoces en una batalla de guitarras cañoneras. La sala, más vacía que llena, jadeaba la intranquilidad muda de Enrique Iglesias dándolo todo; el negro imperaba en su vestimenta. Dentro de una seriedad amable, buscó el calor de la gente invitando al acercamiento que no se produjo. Ésta mostró sin vergüenza su desánimo a la hora de confabularse con el grupo, cuya juventud pronostica una carrera intensa.
Los madrileños atacaron guitarra en mano, mirada fija y rictus serio. Las canciones fueron zarpazos cargados de rabia; su melodía: una brasa que no dejaba enfriar la pista. Tema tras tema, se pasearon por el trash, el rock y algo de punk dosificándolo de tal forma que no resultó agobiante ni hortera. Sonaron con rotundidad sin que la cefalea se apoderara del momento.

Las luces, jugando entre rojos y azules, elevaron el muro de la penumbra. Los doce golpes eléctricos, entre los que se encontraba el EP El Sonido de una Sombra al completo, fueron ejemplo de esa trituradora sonora. Más de una hora para un telonero es un lujo inusual; lo que puso el listón muy alto a Noviembre XI. Metralleta en mano, Tal vez, ya en el final, es una canción trampa que comienza relajada para crecer de manera directa. A Symbiosis le sobró humildad en su actitud y furia en un compás peleón. Aunque su música pueda resultar dolorosa para los tímpanos más delicados, se merecen todo el apoyo de un conjunto entregado a su pasión.

Después de este recital mortífero, poco quedó para Noviembre XI, los hipotéticos cabeza de cartel. Pedro Ortega, demasiado teatral, forzado en sus gestos, también tuvo que lidiar con el público que no supo abandonarse. Los intentos loables del vocalista por mantener el tipo sólo alcanzaron la comicidad de quien ameniza su presencia fugaz. Los temas que integran Cárcel de cristal, destinados a convertirse en un cierre apoteósico de la gira homónima, sintieron el vómito de una rapidez molesta. Los papeles se invirtieron en un espectáculo raro que hizo de Symbiosis el actor principal mientras que a Noviembre XI le tocó consolarse con la segunda posición.

 

 

J. G.

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Texto y fotografía: www.photomusik.com ©
 
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