El cantante y compositor cántabro Nando Agüeros es un músico polifacético, amante de los sonidos creativos. Está lleno de gratitud y suavidad. Nando Agüeros es un personaje amante de las tradiciones, de lo conocido y de lo inexplorado hasta formar parte del paisaje. Esta es la segunda ocasión que repite en la sala Galileo Galilei. La comodidad se respiró dentro y fuera del escenario. Nando Agüeros, gracias al público, se sintió como en su casa. El viaje geográfico y temporal arrancó con Yo soy Galicia, una tierra que lo ha acogido con los brazos abiertos. La poesía, cuajada de intimismo, enriqueció un letra sencilla. La gaita, estandarte de sus orígenes, se convirtió en protagonista reafirmante de su identidad norteña.
Las ovaciones encadenaron cada interpretación con euforia mientras la tranquilidad de Nando las recibió agradecido. El público generó un estribillo que sonó en forma de bravo estereofónico. Entre este aliento de lujo, la última canción del disco, Asuntos internos, se estrenó como versión acústica en directo. La melodía reposada de Indomable, su trabajo reciente, acompañó al semblante de quien lleva dos décadas rodando sin acusar desgaste.
Nando, junto al acordeón, cantó a un Romeo sin Julieta que descubre en su buzón el lamento que en vez de hacer llorar, reconforta. Las referencias geográficas trazaron la cartografía musical de Nando Agüeros. En este paseo sentimental no faltó una parada en el valle del Liébana. El aire folk impregnó el concierto como una brisa adolescente. Luego, llegó el Vals de los sueños perdidos; hubo momentos para Argentina (Tango de las maletas mojadas). El olor a Méjico de No me aflojes el abrazo apadrinó el concierto con aires interculturales. El lado más íntimo afianzó el magnetismo descriptivo gracias a Te quiero verde; el recuerdo a las aldeas que se quedan solas apareció en un regreso a la infancia con Mi viejo pueblo. La esencia popular esquivó lo dulzón para refugiarse en la naturalidad.
Nando es un contador de sueños perdidos, enamorado de su tierra, el carru de rayos cargado de hierba cortada, el recuerdo al cante minero de Víctor Manuel. El restallar de Asturias, sacado del disco nuevo, fue un homenaje a este líquido cultural y al bable. La vena paternal, llena de alegrías e insomnios, se hinchó en Olivia. La presencia femenina rivalizó con la canción Niña bonita, perteneciente a Verde Marino, su primer disco (2004). La sustancia familiar discurrió por Aquel Niño Que Yo fuí, del disco homónimo que grabó junto a su hermano Sergio.
Nando Agüeros, cántico del valle, ejecutó su voz potente con elegancia y cercanía, rebosante de paz. Regaló un subidón de proporciones inesperadas. Se fue con una canción premonitoria rescatada del pasado: Volverás.
