La música une a los pueblos... y como muestra, un botón. En la intención de acercar mentalidades coreanas y españolas, la celebración del Korea Sound Festival persigue la fusión entre sus músicas tradicionales. Flamenco y Pansori se habían dado la mano el pasado año en el Jeonju International Sori Festival. A parte de esta relación, también les une el haber sido declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO: en 2010 el primero y en 2003 el segundo. La similitud entre ambas disciplinas encuentra su unión en el drama musical, el canto solista acompañado de instrumentos tradicionales. El espectáculo Pansori y Flamenco mezcló artistas del cante hondo con la tonalidad de los textos coreanos.
Igual que el cantaor, el intérprete del Pansori expande sentimientos a través de la canción (sori), la narración (aniri) y los gestos mímicos (ballim). El tambor del gosu (maestro) imita el acompañamiento del cajón flamenco. Su canto folclórico saca la sátira, el humor y la tristeza del corazón. La modernidad que emerge de este ensamblaje sonoro hizo que la multiculturalidad fuera la esencia de un espectáculo liberador. El Pansori que se representaba antiguamente ascendían a doce obras; hoy, igual que las tragedias más representativas de Shakespeare (Macbeth, Hamlet, Romeo y Julieta, El rey Lear y Otelo), se han reducido a cinco.
La reunión de sonidos y cantos permite ejercitar sonoridades a través del acercamiento cultural facilitado por la universalidad de la música. El Pansori es en Corea del Sur lo que el flamenco en España: raíz y presencia. La versión contemporánea de la Historia de Shim-Cheong rompe fronteras. La más trágica de los cinco relatos que conforman el Pansori dan fuerza a la voz como transmisora de cultura oral. La piedad de una hija dispuesta a morir para que su padre pueda recuperar la vista es la idea troncal de una representación en la que el cante y el llanto caminan de la mano. Los idiomas se funden en declamación única, el free-jazz de Miyeon y Park Je Chun dialoga con el flamenco puro de la cantaora Paz de Manuel, quien hace palabra de las palmas mientras los abanicos al aire de Sara Ramos se convierten en expresión danzante junto a contorsiones y zapateados ardientes. Pandori y flamenco unen energías en un canto a la globalización hermanable gracias a su coreografía austera, delicada, acogedora y agreste.