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A PUNTO DE SER OCTOGENARIO Y SIGUE TAN FRESCO
(Concierto de Año Nuevo 2020.1-enero-2020)

J. G.
(Madrid, España)

Andris Nelsons dirige el concierto de Año Nuevo 2020
   

Los amantes, y curiosos, de la música clásica tienen una cita cada año en Viena. El Musikverein se llena de magia cada 1 de enero; su aforo toma cuerpo con el entusiasmo de una retransmisión convertida en hermanamiento. Este recinto consagrado al mundo de los sonidos clásicos está de gala en 2020. La celebración de sus 150 años se une al homenaje programado para uno de los grandes: Ludving van Beethoven en los dos siglos y medio de su nacimiento. En 2020, se cumplen los 150 años del fallecimiento de Josef Strauss. A parte de un programa motorizado por el guiños al recuerdo, el Concierto de Año Nuevo es una celebración más que una repetición. La familia Strauss se siente homenajeada de forma implícita un año más.

2020 arranca con la frescura de un novel en el corazón del clasicismo musical. El hecho de que ni Daniel Baremboim ni Zubin Mehta dirijan los movimientos de la batuta impregna de interés un acontecimiento que iguala lo social con la música. Andris Nelsons, lejos de ser un desconocido, es invitado regular en el Covent Garden londinense, el Metropolitan Opera House de Nueva York así como de la Orquesta Filarmónica de Berlín. Controla y deja libertad a la orquesta. Su dirección fue un divertimento no una prueba de fuego gracias al vuelo de una cómoda y ágil. Las notas dibujaron trazos aéreos que conjugaron a los hermanos Strauss con Franz von Suppé. Carl Michael Ziehrer, uno de los invitados que no pertenecen a esta saga, inauguró el concierto con su Obertura de Los vagabundos después de Marc-Antoine Chapenier (Te Deum). Josef Strauss, el segundo de la familia vienesa, aderezó los primeros movimientos con el vals Saludos de amor, dedicado al centenario del Festival de Salzburgo. El director letón lo unió con los toques militares de la Marcha Liechtenstein. El legado de Johann Strauss hijo continuó con la primera polca de la mañana, Fiesta de la flores: una composición campestres cantarina y suave. El alma primaveral exprimido en su vals Donde florecen los limoneros decoró el homenaje que el compositor hizo a Italia mientras el violín hacía de voz principal. La alternancia vals-polca justificó el sentido de esta mitad con Eduard Strauss. El público acompañó el cambio de ritmo acelerado entre palmadas durante algunos compases en su polca rápida De golpe y porrazo, pieza novedosa en este año.

Es momento para el descanso de Andris Nelsons. El documental La música perdida de Beethoven, dirigido por Georg Riha, puso imágenes a los 250 años de su nacimiento. Las huellas del genio renano se siguen desde su casa natal para inspeccionar la ciudad y continuar por la Baja Austria. Las metáforas visuales de partituras volando se alternan con los planos cenitales de su casa en la calle Probusgassela y detalles de su vivienda en Heiligenstadt mientras prosiguen el camino hacia el Palacio Lobkowitk, Naschmarkt y Teatro vieneses para acabar en un escenario ocupado por cinco violinistas. Fue un viaje cultural con la musicalidad de Beethoven como guía sonora.

Nelson usó la misma estrategia en la segunda parte comenzando con otra obertura, Caballería ligera, de Franz von Suppé, muy usada en los dibujos animados. Es divertida y recuerda una Cabalgata de las Walkirias sin el aroma bélico de Apocalypsis Now. Su marcialidad caricaturesca es universal. La polca francesa Cupido, que junto al vals Saludos de amor y Marcha Liechtenstein son las tres novedades de hoy, dio paso al ballet. La aportación de José Carlos Martínez, Premio Nacional de Danza y bailarín estrella de la Ópera de París, es uno de los momentos más esperados. Las dos coreografías con el Ballet Estatal de Danza lo convierten en el primer coreógrafo español que colabora en el Concierto de Año Nuevo. El vestuario de Emma Ryott repite por segunda vez.
¡Abrazaos, millones! (Seid umschlungen, Millionen!) es un vals que Johannes Strauss hijo dedica a su amigo personal Johannes Brahms, inspirado en la Oda a la Alegría de Friedrich Schiller y que Beethoven musicaría. La atmósfera creada en el Palacio de invierno del Príncipe Eugenio de Saboya es refinada con el negro del frac masculino como elemento rompedor sin salirse de la armonía danzarina.

El recuerdo a los 150 años de vida de Musikwereik lo puso Eduard Strauss con Flor de escarcha - Polca mazurca. Johann Strauss hijo compuso el siguiente vals, Disfrutad de la vida, para la inauguración de esta sala de conciertos el 6 de enero de 1870. El edificio, de arquitectura neoclásica, cuenta con una de las 3 mejores acusticas del mundo; se edificó en un solar donado por emperador Francisco José I y fue erigido por Theophil von Hansen. Josef Hellmesberger hijo puso otra primicia en el Musikwereik con Gavota. Nilsen sorprendió al regresar a sus inicios como trompetista con el Galope del Postillón, de Hans Christian Lumbye. La siguiente coreografia de José Carlos Martínez se acerca a Hailiguenstaat, donde Beethoven redacto en 1802 un testamento en el que sopesaba la idea de suicidio. Las seis de sus doce Contradanzas son, en palabras del ex director de la Compañía Nacional de Danza, son ‹‹dos pequeños bocados creativos››.

La parte chispeante culminó con la polca rápida Tritsch Tratsch, de Johann Strauss hijo, que aviva el mundo de los cotilleos sobre unos de sus romances extramatrimoniales. Las afinidades con el Can Can de Offenbach y las películas del Oeste son palpables. Los chismorreos dieron paso al Josef Strauss ingeniero e inventor de la máquina para barrer en Viena y tituló uno de sus valses Dínamos (Misteriosas fuerzas de atracción) que inspiró a Richard Strauss su Ohne mich... El protagonismo de Beethoven estuvo en peligro.

Aunque la parte oficial de la gala ha terminado, faltaba el postre. Los bises de rigor entran en juego. La polca rápida Al vuelo, de similitud con Tridsh Trash, Josef Strauss, da paso a otra tradición: el comienzo falso que precede a la felicitación de Año Nuevo. El Danubio sigue siendo azul y bello. La sala vibró con más palmas provocadas por la magia de una composición militar convertida en himno pacifista: la Marcha Radetzky. Como si las ganas por invadir Polonia que Woody Allen despertó en Misterioso asesinato en Manhattan se hubieran materializado. Risas, ¿no?

 

J. G.

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