Antes de que Hounds of Glory llegara a nuestros oíos, Jack Bisonte interrumpió su actividad musical por una necesidad renovadora. Han sido seis meses desparecidos de los escenarios, redes sociales, noticias y chismorreos que impiden a los artistas disfrutar del silencio. Carlos Amelivia (voz y guitarra) y Miguel Llaguno (batería) buscaban la ruptura, necesaria, que impone estar arriba. El momento de reaparecer ha llegado y lo hacen sin anuncios, con la seguridad que esconde un trabajo elaborado.
Las referencias marinas de la sala Moby Dick resonaron como una caracola tranquila ansiosa por trasmitir lo nuevo del dúo madrileño. Una atmósfera de azules que dejaba ver siluetas oscuras; la incógnita latía; los nervios eran cuadrigas inquietas; el público, ávido de música, esperaba con la impaciencia de un viernes por la noche. Carlos adoptó una postura de estatua griega esperando que la música lo resucitara. El directo no sonaba, la postura se mantuvo con rectitud gimnástica, su sombra comenzó a cansarse. Gajes del directo. Estoicismo. Salió con aire glamuroso encorsetado en una vestimenta de ángel terrenal, negra. La mirada, en su maquillaje cavernoso, dominó el escenario: resultaba imposible ignorar su magnetismo. La nave de Jack Bisonte despegaba. Los corazones se incendiaban.
Carlos Amelivia es presente y pasado entre gotas de futurismo electrónico; silueta tecno y movimiento de pasarela. Su voz distorsionó a propósito coleando la interpretación con frases a cámara lenta. El arranque frío se adentró en territorios gracias a flechas de complicidad coqueta. Se deja abrazar por el aliento de la máquina de humo con intensidad indie.
Este no fue un concierto al uso. El líder del dúo aclaró que estábamos ante un showcase, un muestrario del trabajo reciente que iría completándose con el tiempo. Su dinámica no fue la del concierto usual, la conexión con el público renunció a los esparajismos y optó por la suavidad musicada, textos dulces y sonidos bailables. Jack Bisonte anunció un final sin bises aunque, la audiencia pidió saltarse esta decisión pariendo un final impostado. El disco producido por Brais Ruibal, presente en Chasing Illusions, de Annni B Sweet, o el cuarteto madrileño Chelsea Boots, sacude los complejos que el pasado pudo dejar en Jack Bisonte para resurgir con melancolía cercana.