El corazón de Franco Battiato dejó de lanzar mensajes en forma de latido al cuerpo mientras su nombre continua planeando la música universal. Dijo adiós sin sobresaltos, refugiado en el antiguo castillo de la familia Moncada en Milo, Sicilia, quizás componiendo su canción última, entre pinturas y pentagramas. La enfermedad de Alzheimer que le alejó de los escenarios en 2019 le acompañó como amiga íntima, parte de una banda sonora escondida en el baúl del destino. Conocer su muerte fue un mazazo inesperado y, al mismo tiempo, reconforta entender que sus composiciones continúan vivas. La materia deja paso a la infinitud del espíritu. El competidor con la calidad de Bruce Springsteen en calidad se alejó de las modas que compran y venden artistas. Su trayectoria artística ha tocado todos los palos sonoros dejando clara una personalidad indagadora que le condujo a la innovación. La colaboración con el colectivo Osage Tribe le descubrió el rock psicodélico y progresivo de donde ha bebido hasta llegar al pop (manteniéndose al margen de la etiqueta comercial).
Trasgresor desde sus comienzos, fue el solista que no temía a lo desconocido, buscaba cambiar el signo de los tiempos rítmicos con sonidos innovadores. Fue el creador que se lanzó al espacio con un álbum de ciencia ficción La Convenzione / Paranoia. Le dio tiempo ha viajar hasta el Festival de Eurovisión de Luxemburgo montado en Los trenes de Tozeur. No pretendió figurar como un personaje de culto. Amante de sus amigos y la tranquilidad fue instintivo. La ruptura con la norma apareció desde el segundo álbum, Fetus, censurado por la imagen de un feto de pocos meses en su carátula. Franco Battiato escribió poesía en el viento, marcada por el sello inconfundible de alguien que ha buscado el centro de gravedad en una coreografía constante. Siempre ha querido bailar y vernos danzar mientras susurraba Voglio vederti danzare. El camino dejado describe al nómada solitario por una Vía Láctea inmensa en tiempo y espacio(8). El viaje apasionante sólo se parará en la estación de los amores.
El amante de la experimentación respetaba a los pensadores clásicos, se inspiró en el tratado de Plutarco Perí sarkofaguías para escribir Sarcofagia bajo el sosiego filosófico del vegetarianismo. La pintura, conquistada con el seudónimo de Süphan Barzani, le dio la tranquilidad arrebatada por la fama musical. Su hambre polifacético le lanzó a la piscina de la producción operística (Genesi, Gilgamesh, Messa arcaica e Il Cavaliere dell' intelletto) y le condujo al cine, componiendo la música para la película Benvenuto Cellini. En 2003, Franco Battiato incursionó por primera vez en la dirección con el drama Perduto amor, produjo su banda sonora y ganó el premio Silver Ribbon como mejor director debutante. No tuvo tanto éxito de crítica con Musikanten, segunda creación cinematográfica. El telescopio inspiraba sus canciones con la observación del cosmos. La personalidad ecléctica del cantautor trinacrio siempre estará brillando en las noches de cielo estrellado con su armonía permanente más allá del asteroide que lleva su apellido.