El Levante es un viento sostenido que alcanza rachas de hasta 100 kilómetros a la hora. Su intensidad mayor finaliza el mes de octubre y Madrid ha podido comprobarlo con oleadas de impulsos musicales. La banda de Benidorm Locos de atar trajo su aire fresco al ambiente de los conciertos en directo, parado por la pandemia. Se han arriesgado ante un público con ganas de reengancharse a una costumbre perdida a la fuerza. Y es que son eso: directo. Su música no suena igual en vivo que en un disco: quizás en los acordes aparezcan más limpios y cuidados este segundo formato, pero el primero tiene esa vena improvisadora que convierte a cada canción en una experiencia. Como su nombre indica, estos alicantinos agitan su desde que se suben al escenario. Lo hacen con tranquilidad, vestidos cual mafiosos portadores de metralletas sonoras. Sus disparos no hieren pero arrasan, las canciones son munición directa al corazón y los pies. Hacen moverse, corear estribillos con vigor, escuchar mensajes de igualdad y diversión.
Los cuatro chicos de negro están locos de atar porque saben mantener el éxtasis roquero que desconoce el cansancio. Los sonidos eléctricos invitan al baile gracias a guitarras rugientes. Una voz prendida del micrófono ayuda a que Locos de atar calen con facilidad. Se sienten contentos, lanzados en sus composiciones, al comprobar que la entrega es devuelta con entusiasmo recíproco. El público de Madrid los conoce puesto que pisaron la sala Caracol hace años. Este reencuentro reflejó su aceptación entre los espectadores, sin entidad masiva, pero con llenos de corazón. No han tenido que venir para abrirse camino frente a gente desconocida sino que estuvieron en su casa. La presencia estuvo reforzada por el aliciente de presentar su primer trabajo después de ocho años en silencio. El EP Que tiemble tu mundo tiene potencia, ritmo. Locos de atar se entregaron con pasión y energía. Con una carta de presentación tan diáfana y legible es difícil que algo salga mal, salvo imprevistos de última hora. JuanMi, Fabi, Jesús y Josemi dieron fe de tener todo bajo control.
Los títulos antiguos se mezclaron con otros nuevos. La caducidad del amor (Invencibles), el abandono de las relaciones contraproducentes para aprender a quererse uno mismo sin ser egocéntrico está presente en Marioneta. El repertorio se adentra en los terrenos comprometidos del cambio climático sin abandonar el compás bailable con Pachamama; la historia de una niña que no quería príncipes que la rescataran, como en Cenicienta. El recuerdo al confinamiento de Que tiemble tu mundo no presente ser un manual de autoayuda sino un tranquilizante, sin aditivos, del estado emocional de los oyentes. La enfermedad de Alzheimer se ataca en Niebla, una canción reciente desbordada por el optimismo. Recuerdo e innovación lanzaron trallazos sonoros bienvenidos por una asistencia deseosa de ver y escuchar a un grupo grande en su dimensión musical. Los integrantes del cuarteto están locos de entusiasmo y composiciones atractivas.
