La música que no resulta evocadora no puede considerarse atractiva. Algo se esconde tras una melodía portentosa en su sencillez cuando la serenidad corretea saltarina al escucharla. Sara Canciller subió al escenario para afinar su guitarra eléctrica. Nadie se percató de quién era. La sonrisa amable era tan magnética como su mirada. Tras la comprobación rutinaria pre-concierto, se acomodó junto al teclado, Pablo Barrios se puso al mando de su nave electrónica. Sara Canciller se convirtió en Canciller, afinadora y artista. Era la estrella que pasó de incógnito ante nuestras narices para preparar el terreno con humildad. El sintetizador que trabaja tiene mucho de dream pop. Su aportación vocal estuvo centrada en sonidos dulces y mensajes que no sonaron ásperos a pesar de la dureza en algunos temas. Las letras de las canciones inspiran, nacieron al cobijo de una resaca tras un festival, pensando en la soledad del ser humano, imaginando mundos menos empedrados donde el tiempo se detiene.
La suya fue una interpretación dulce, igual que su voz, a veces dueña de rocosidad equilibrada. El contenido de su EP debutante Golpe de Estado sonó con la aceleración de la fruta madura que se desprende del árbol, igual que el pájaro ansioso por estrenar el vuelo. Tiene el ímpetu del poema que necesita ser escuchado para sobrevivir, la atracción del licor que se afianza al saborearse. El susurro de Canciller invitó a escuchar su actuación con oídos receptivos a paisajes abiertos donde el eco actúa como transmisor de mensajes sosegados. Su letra fue poesía que canta a la soledad del transeúnte urbano, a quien ha sentido el peso de sentirse muerto en una sociedad donde abultamos más de lo que somos. ¿Cuántas veces nos hemos comparado con maniquíes que deambulan por el mismo camino en estancias cerradas? Esta mujer positiva tiene la respuesta. Canciller es brisa. Canciller habla sobre la conciencia de pertenecer a un todo y la necesidad de ser particular. El camino perdido se encuentra en un estilo que saca el poder relajante del teclado electrónico. La alegría por vivir resucita con una sensibilidad que supera cualquier pentagrama emotivo. El momento para el recuerdo tuvo su homenaje a la figura de Andrew Fletcher, teclista y fundador de Depeche Mode, hace horas fallecido. Este encuentro trajo un disco bajo el brazo horneado a fuego lento que merece ser compartido. Canciller tiene un recorrido largo por descubrir.