El contorneo de cuerpos femeninos con aire musical es una forma vulgar de acompañar a una canción. Aunque esto es lo que parecía mover el compás del proyecto lésbico-musical de reguetón liderado por la argentina Romina Bernardo, conocida como Choco en una actuación tan pegadiza como seudoerótica. La voz de la MC y productora tucumana se dejó llevar por la música machacona con baile de feria y mucho perreo. Una pinchadiscos puso atmósfera discotequera a canciones movidas por su inercia. El público se lo pasó más que bien, ahogado por un bucle hipnótico y mareante. Su presencia no eludió los temas sociales como la violencia contra la mujer aunque resulta chocante que una letra reivindicativa quisiera compartir escenario con dos trozos de carne femenina moviendo un biquini de látex. Eran contorsionistas de una barra voluptuosa chabacana. Parecían dos muñecas jugando a ser las niñas malas de la noche con movimientos incitadores de un ¡pégame papi! lascivo y desagradable. No fue el mejor apoyo para ritmos con presencia sudamericana más vomitiva que erógena. Representaron su papel a la perfección como dos personajes de lucha libre mexicana que reivindicaron su valor circense. El resultado agotador fue único.
El plato fuerte vino con mujeres guerreras o, al menos, ese era el recuerdo que su presencia dejó hace cuatro años en esta misma sala. Entones, el quinteto argentino apareció más combativo. Su melodía no fue la repetición de éxitos anteriores. La mezcla de cumbia y punk rock pareció ron una reliquia abrillantando a un espejismo dejado en Madrid entre la afición queer y no queer. En 2019, durante su aterrizaje español, esta identificación rezumaba novedad saliendo con pujanza de su armario particular. Ahora, son parte del folclore que ha sustituido el inconformismo por la continuidad reafirmando el gusto por lo pasado. Las guitarras aportaron algo de rock cumbiero mientras Juana Rosenbaum sonó con el mismo cachondeo plano, con una voz que podía seguirse gracias al compás instrumental si conocías su letra. Reclamó el derecho a la vagancia en la letra de Feriado, el daño que las redes sociales producen se escuchó en Ghosteo. Canciones conocidas que sirvieron para desempolvar experiencias. La empatía experimentada por el público fue percibida por este narrador como un amago de tacto a lo ET. ¡Nada! Los compases populares andinos se integraron con un rock que protegió la electrónica del teclado. El resultado, diseñado para seguidores incondicionales del grupo, fue monótono. El componente social de Kumbia Queers se fue de copas a otro garito.