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HISTORIA DE UNA VENGANZA
Película Horror Park


J. G.
(Madrid, España)

Horror Park
Ficha Técnica Video    
Quienes piensen que van a encontrarse con otro largometraje sobre Halloween se equivocan. Es cierto que Simon Sandquist toma a esta festividad sangrienta como referente para iniciar una relato de terror, el resto es imaginación sobre una referencia casual. La alusión inicial sirve como pistoletazo para los incidentes posteriores. Es el gran acierto de un director que conjuga realismo con fantasía en una huida de la sangre fácil. Tampoco contentará a los amantes clásicos del fenómeno Halloween asentado en la obligatoriedad de despedazar a sus víctimas. Horror Park se aparta del estereotipo marcado por Michael Myers. Su protagonista no engrosa la estela de seguidores que desean imitarlo. Esta recreación del fenómeno terrorífico resulta fresca al alejarse de toda reminiscencia que ensucie su originalidad. El día de Halloween necesita al componente macabro que marca la tragedia para arrancar. Las ganas de tomarse la justicia por su cuenta a través del engaño mueven su peso. El resultado sorprende en cuanto al causante de los asesinatos, no en el desarrollo de las matanzas. La mente retorcida se toma tiempo para ejecutar su plan. Con anterioridad, he aquí el corazón de todo, las máscaras se confunden con en desenfreno que se pone de alcohol hasta la cejas en una fiesta de amigos. El recinto del terror basa su sentido en esta necesidad vengadora. Todo transcurre en la noche previa a la inauguración de un parque de atracciones. El pretexto de tenerlo para uso privado por una noche es goloso y se piensa que todos saben a lo que van: a divertirse con un terror que asusta entre carcajadas. Nadie tiene pavor porque es un sentimiento previsible, sin esperar la carga asesina que se va a encontrar.
 
Una noche en el parque de Liseberg  
Risas previas a una fiesta de terror

A nivel conceptual, el segundo movimiento de Sandquist es la destreza con que desarrolla la premisa del pánico movido por el asesinato impensable, sin estar fundamentado en vísceras bailando ni el ambiente slasher borracho que muchos pueden desear. Es algo más profundo al demostrar, a través de esta capa que puede resultar superficial, ejecuciones continuadas como parte del decorado sin que resulten desagradables. El malo no es el centro de la trama ni el resto de personajes se convierte en víctimas marcadas por la compasión. La muerte respeta el efecto dominó sin empachar. Los instantes perseguidores tienen pulsión a pesar de conocer su final. La aparición de un enmascarado, que recuerda a Chucky, focaliza la presencia del asesino en serie sin acaparar la pantalla. La atracción se convierte en tormento. El gancho radica en la manera de atrapar su atención a través de él. Es otro elemento de realismo que no hace de Horror Park parte de una dinastía con final conocido. La sorpresa aumenta una vez que su maldad tiene cara, y las piezas encajan como un en un rompecabezas perfectamente armado. La música no resulta machacona, acompaña sin sobreponerse al impacto escénico. Tampoco juega el papel de truco fácil que despista o confunde la atención del espectador. La sexta película del cineasta sueco, nominado al Óscar como mejor cortometraje de acción por Victor, es espera y venganza. No cae en la trampa de seguir un patrón que busca resurrecciones o continuidades. No tiene por qué someterse al dictamen de la montaña rusa espeluznante con giros enrevesados que hagan del criminal una reencarnación del pasado, con lo que esto conlleva de repetitivo. En este escenario que pasa de lúdico a lóbrego en poco tiempo no falta el chuleta bebedor, su novia, el adolescente introvertido que siente algo por un amor antiguo presente en la fiesta, la chica traumada por el pasado del grupo o su antigua mejor amiga.

Dante (Omar Rudberg) con sus amigos inmersos en la ola de asesinatos  
La ¿cara? del homicida

Horror Park se centra en la espera del momento para ajustar cuentas y hacer de una jornada diseñada para la diversión una pesadilla común, envuelta en el silencio de la noche que no lleva careta. Es un carrusel de sensaciones no buscadas, mezcla de dolor que no perdona y la crueldad de quien sí que ha olvidado una fiesta juvenil donde es fácil confundir la juerga con el daño ajeno. A pesar de que los puristas de la saga Halloween puedan considerarla poco trabajada en la maldad, Simon Sandquist presenta a un homicida discreto en la método, marcado por el componente emocional cercano al odio. ¿Qué rostro tendrá el parque al día siguiente?

J. G.


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