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NOTICIAS Y NOVEDADES 2012

Histórico

 


INADAPTADOS... ¡DE QUE MUNDO?

Elling
 

 

Elling  
El mundo de Elling es nuestro mundo. El miedo de dar un paso adelante, la locura por mantenerte vivo en una jaula social que alguien ha diseñado para los demás; Elling nos persigue en la sombra. Locura no es un término apocalíptico ni maléfico; su concepto abarca comunicación. La amistad, el cariño, las fobias se dan la mano en la adaptación teatral que David Serrano realiza del texto escrito por el narrador noruego Ingvar Ambjørnsen, sin abandonar esa mezcla de esperanza y tragedia que nos persigue allá donde vayamos. El ser humano aparece como conejillo bajo una tutela estatal que inculca la adaptación como método para la supervivencia
¿Es una enfermedad la inadaptación social? ¿Qué significa hacer una vida normal?: comer, desenvolverte sin ayuda; amar, llorar, sentir, asustarse a tu manera; no tener reparo en mostrar temores; respetar a los demás dentro de tu-una locura diagnosticada. La dirección de Andrés Lima no aleja el espíritu analítico de Ambjørnsen. La atmósfera se envuelve en un halo de pantomima circense, actuando de espejo sobre lo cotidiano; plantea una reflexión a cerca de la convivencia en un mundo dominado por el más fuerte. Ni Elling ni su compañero Kjell Bjarne pueden dejar de comportarse como niños: el problema a solventar para que el entorno los acepte como reintegrados o reinsertados. Su delito radica en ser distintos y mantenerse firmes en esa creencia. El sanatorio del que se ven obligados a irse represntaba su jardín, un patio donde nadie les decía nada por ser como eran; formaban parte de la normaildad. Ahora, abocados a enfrentarse con la sociedad, se encuentran desvalidos bajo la tutela de un vigilante estatal. La intención de esta persona debe ayudar a reubiar sus vidas dentro de un nuevo espacio con el que nunca han soñado.
Elling (Carmelo Gómez) con pijama a rayas sentado igual que Kjell Bjarne (Javier Gutiérrez). De pie, Frank Asli (Chema Adeva).  
El motor que mueve las piezas de “Elling” es la amistad; algo sobre lo que lo dos locos nos dan una gran lección. La confraternidad entre sus protagonistas no entiende de barreras físicas, ni psíquicas, ni arquitectónicas; lo puede todo y hace que las personas normales sean bichos raros. No resulta fácil ejercer de cuidador en su mundo; hay que ser paciente pero no carcelero, educador sin imponer; un amigo fantasma que no incomode. El corazón se pone en un puño observando a estos inadaptados que valoran la amistad por encima de todas las cosas. Cada uno a su manera, se cuidan recíprocamente.
El teléfono, una pizza o salir a la calle son obstáculos insalvables que entorpecen la vida de Elling; le atemorizan dentro de su cuadratura intelectual: miedo, en términos callejeros. ¡Y quién no siente, ha sentido o sentirá pánico en algún momento de su vida? Kjell vive una deficiencia más dulcificada, no por ello alejado de los arrebatos coléricos. “Elling” propone el salto a la piscina, muestra cómo aprendemos a caminar, de qué manera hemos de sobreponernos a lo desconocido; todo bañado por el humor más tierno e inteligente. La adaptación de la novela mantiene el sentimiento y la expresividad del texto original. Ingvar Ambjørnsen es amante del análisis interno del hombre, propone juegos que nos llevan a preguntarnos sobre nosotros mismos. Esta obra teatral acrecienta esa magia gracias a la cercanía que un escenario ofrece al espectador, ávido por palpar sentimientos. Interacción.
  El teléfono: comunicación de Elling y Kjell con el exterior
Elling habla frente a la enfermera Gunn (Rebeca Montero).  
El ejemplo del minimalismo escénico también se llama “Elling”. La aventura imaginativa comienza en un escenario huérfano de ornato, perfumado de hospital, donde la muerte se pasea vestida de blanco, descalza y tenue. Dos botas colocadas intencionadamente dan vida al silencio de su mirada: una, cara al público y otra, dándole la espalda; aguardan vacías junto a dos camas cercanas: complicidad silenciosa. El espectador ha de poner a trabajar su fantasía: de nuevo, la interacción. Teatro moderno.
La música es el quinto actor de “Elling”, un universo que hace de apuntador a los artistas. Mikhail Studyenov alimenta a un protagonista mantenido en segundo plano: acompañante y vigía. La elección de Johannes Brahms como fondo sonoro cubre de una emoción intensa este mundo aséptico. La soledad se mezcla con el barullo; las voces (de Elling y su compañero Kjell) con la voz (del corazón). Compositor e intérpretes hacen que las notas resbalen suaves entre la trama dramático-cómica de la pieza teatral. Magnetismo.
  Elling
Cuando el amor llama a la puerta, estos compañeros de viaje sin parada final lo interpretan de manera distinta. Para Elling, es una intromisión entre el vínculo afectivo establecido con Kjell; éste encuentra en esa llamada una ventana abierta al exterior. El mundo de fuera se acerca en forma de mujer. Kjell se asienta, invadiéndole la locura del enamoramiento. Un ángel ha entrado en su corazón, sin querer. Elling se aferra a lo conocido, acariciando el vacío que proporcionan las relaciones humanas, extrañas para él hasta ahora. El humor de “Elling” araña la piel del subconsciente colectivo. Es una superficie formada por varias capas; conforme más rascamos, mayores y más gratificantes son las sorpresas que nos deparan. No hay que quedarse en la carcajada que su humor facilita. Ni son todos los que están, ni están todos los que son. 
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