El estancamiento de su agudeza musical, descubrir la musicalidad de las palabras, y su poder curativo, junto con la fe judía, se mezclan en una reflexión vital que día a día va superando barreras. Incapaz de hacer daño, incapaz de escandalizar.
La seriedad que encierran sus consignas y las bromas sobre su vida encajan como un metrónomo acompasado en el que música y vocablo van de la mano en una existencia intensa. Jacqueline es un canto a la vida. Descubre la música de las palabras; sus pensamientos invitan a la admiración de una mujer que tomó la enfermedad como un amigo con el que se podía convivir bajo la humildad, sin perder la sonrisa;
nobilmente. Si tuviera que irse a una isla, Jacqueline, además de papel y lápiz, se llevaría un diccionario de sinónimos para tener todas las palabras recogidas en un cofre. Su talento, y la fuerza de
Barenboim, se convierten en un elemento de ritmo y rima acompasadas.
El final de
“Nobilmente”, con Jackie sobre el estuche de un chelo, desata un carácter poético-sexual que recuerda a la película
“Hilary y Jackie”. La polémica sobre su ninfomanía enfermiza se convierte en erotismo visual, romance y ternura. Jackie se llevo el secreto a la tumba.
Jacqueline du Pré es una mujer que no temió a la muerte porque siempre confiaba en la vida. Sin música, su existencia resultaría inconcebible; y sin amor, impensable.
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