Sonrisas preparadas para el momento que se disputan el coraje en el tiempo. Certeras en el calendario, se jaztan de tener pesente la memoria trágica de España. Lo de ayer entra dentro del juego al recuerdo teatralizado. Fachada instantánea que no ha cerrado la disputa ni alisado el camino del enfrentamiento dialéctico e ideológico. Víctimas de un atentado más doloroso que el ocurrido entre Santa Eugenia y Atocha: aquél que embellece la careta de la manipulación política.
El paso del tiempo es una mancha silenciosa en nuestras vidas creciendo entre canas y arrugas. Hoy es el día después de un ayer trágico y molesto. Hoy es un 11+1 tan especial como el día anterior; tan normal como lo fueron otros años; tan pesado. Un aniversario fúnebre que exige, desde su silencio respetuoso, el derecho a no ser ensalzado. Desde protagonistas (vivos) de la noticia hasta los encargados de convertirla en consumo, todos se sintieron una estadística; la ecuación que unos dan por resuelta y otros buscan su respuesta.
El número, ayer, se convirtió en un símbolo apadrinado por su valor matemático. Vistió galas bajo galardones innecesarios y frases para la historia, siempre entrecomilladas. El Ministro de lnterior entregó 365 condecoracines de la Real Oden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo: una por cada día. ¿Qué querrá pagar?... ¿será que con pedidos masivos le hacen descuento? Jorge Fernández Díaz se sintió generoso.
Somos maestros en situar a los muertos en un
“lugar destacado de la historia de España”, ¡Qué bien se da condecorar a cadáveres, dejando que los vivos se mueran de asco!
Los muertos pueden presumir de galones mientras la verdad anda por ahí suelta y sin domesticar.
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