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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

EL PODER DE LAS BANDERAS
La bandera arco-iris del Movimiento Gay ondea en la sede madrileña de la CAM

JGS

Bandera del Oegullo Gay en la sede de la Comunidad de Madrid

Veo con lástima que el Orgullo Gay tenga un día señalado en el calendario. Una fecha que sirva para recordarnos la existencia de un colectivo peleando por sus derechos. No es sólo el recuerdo de Stonewall, significa que su continuidad está presente; la lucha para que el derecho a la identidad sexual no divida a las personas. La celebración merece el mayor de los respetos. No es justo utilizarlo como ademán esperanzador que se aprovecha de la farándula fiestera: un aviso para escépticos y defensores de la igualdad entre sexos. En Madrid, las fiestas del Orgullo Gay están a la vuelta de la esquina y los políticos no han querido dejar pasar el tren de la integración social.

Tras las elecciones del 24 de mayo, en Madrid, PP y Ahora Podemos quieren subirse a la carroza progresista, abriendo la celebración del día del Orgullo Gay. Por ello, han decidido encabezar su propia manifestación de solidaridad simbólica. Ayuntamiento y Comunidad de Madrid se suman a la carroza de la banderola popular, expuesta al público, cargada de la frialdad que llevan todos los símbolos.
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena no perdió el tiempo al expresar su intención de izar la bandera arco iris en la Plaza de la Cibeles durante las fiestas del Orgullo Gay. Un símbolo que, como toda bandera, no trasciende del acontecimiento, impulsando un golpe de efecto popular (no populista), cargado de fervor bienintencionado. Carmena se adelantó a todos al lanzar un guante en blanco para que la Puerta del Sol se convierta en uno de los escenarios para estas fiestas.
Cristina Cifuentes, más efectiva y menos romántica, cubrió la fachada de la sede del Ejecutivo regional con la bandera gay. ¿Penderá de un bandera el augurio de que nuevos tiempos se acercan para el colectivo LGBT?
La flamante presidenta de la Comunidad de Madrid, rompiendo la armonía conservadora del PP, ha metido un gol por toda la escuadra a la alcaldesa. Hoy, Madrid ha despertado más colorista, escoltada por el arco iris. El balcón de la Presidencia en Sol se siente más gay que nunca. Cifuentes lanza un guiño cargado de solidaridad: ¿se quedará en eso? ¿Se acercará estos días por Chueca, aunque sea disfrazada de motera, botellón en mano? ¿Irá más allá del gesto? Como persona inteligente y eficaz, su decisión materializa la pretensión de trabajar por la igualdad de derechos entre las personas. Con ello, deja entrever la intención de no apalancarse en actos de idiosincrasia festiva que, tras la borrachera ociosa, caigan en el olvido. La lucha también está en la fiesta, un lugar idóneo para avanzar en un entendimiento social. Porque resulta injusto usar estos elementos para recordar que gays, lesbianas y transexuales están ahí sólo para la foto.

La fiesta de la banderita se ha disparado con fervor político en Madrid. La fiesta ha comenzado, en efecto, y cuando la celebración del Orgullo finalice, vuelta a la preocupación por los problemas cotidianos como el paro o la vivienda. El tinte reivindicativo de esta celebración se esfumará bajo el pan y circo ceremonioso de una bandera que ya no llama la atención al paseante ni al sillón de despacho oficial.
Es momento de subirse al carro del festejo, de contentar por unos días, de lanzar banderas al viento (sin querer establecer una analogía con tiempos más oscuros).

¿Dará un giro Cifuentes en la política social del PP con relación al tema LGBT?
Estas fiestas del Orgullo están marcadas por este triunfo de la bandera y el recuerdo de los muertos. Pedro Zerolo se ha convertido en estandarte de la celebración, encumbrado a los altares de la inmortalidad manipuladora, del vítor pasajero, de la celebración momentánea. Otro golpe de efecto poco elegante, oportunista. Me quedo con el trabajo de este abogado y defensor de los derechos LGBT, desde el silencio y la tolerancia más absolutas; apoyo una lucha que no puede recompensarse con la taxidermización de su nombre en una calle que pronto caerán en el olvido, llena de basuras.

Que la bandera del orgullo gay ondee durante sus fiestas en Ayuntamiento y sede de la CAM no son avales para garantizar un trato adecuado al movimiento LGBT. Dolería mucho si aquellos políticos que se apoderan de los símbolos, en apoyo del festival, lo utilizaran como condón democrático de usar y tirar, dispuestos a desmontar el chiringuito un vez pasado el sanfermín.

La Puerta del Sol y el Ayuntamiento madrileños se han convertido en espejismo engalanado de aquel Villar del Río inmortalizado por Berlanga. Este gesto de simbología transitoria se siente solidario por unos días. Izar o no la bandera arco iris carece de polémica, respaldando las palabras de la portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, porque “son debates superados”. La realidad vuelve a su cauce cuando, pasado el festín, se retire de los balcones en los que ahora luce estampa, ¿o permanecerá?...
Me agarro a las palabras de Cifuentes precisando que “más allá de poner banderas, lo que importa es tomar medidas legales, adoptar decisiones que favorezcan a este colectivo”. “Yo siempre he apoyado las reivindicaciones de este colectivo, lo he hecho también de una forma expresa en el programa electoral mediante el compromiso de una ley de transexualidad y de una ley contra la discriminación y a favor del colectivo LGTB”. Abogo por un tiempo en el que la simbología de banderas no estratifique la opción sexual de cada persona y no se utilice como arma de lucha contra la injusticia. Entonces me sentiré tan hetero como homosexual.

 


JGS

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