La tarde noche del 23F de 1981 fue una de las jornadas más angustiosas que se recuerdan en la reciente historia democrática española. Se respiraba tanta incertidumbre como miedo. Y sobre todo, confusión. Nos habían metido un gol por la escuadra, triangulado con marcialidad puntillosa. La incertidumbre inicial se fue transformando, despacio, en miedo. Las primeras noticias incitaban a especular sobre los próximos sesenta segundos. El fantasma de un pasado reciente asomaba sus legañas. Todos nos sentimos encarcelados, prisioneros de unos secuaces locos.
El huevo de la serpiente rompió y la criatura nacida estaba decidida a cambiar la Historia, nuestra Historia, nuestra sociedad, mi forma de ver las cosas, mi modo de respirar; buscaban la sumisión a fantasmas superados. De nuevo comenzaban a sonar, acercándose, los tambores feudales de una dictadura reciente. En un intento de recortar las libertades, ratas golpistas querían eclipsar la Democracia como si se trata de un sueño inconsistente y molesto.

Las pocas horas que duró no impidió que los tanques se pusieran en guardia, las libertades corrieran peligro de extinción y el rey diera la cara por los españoles. Tejero en Madrid y Milans del Bosch en Valencia, querían repartirse la estrategia nacional. El golpismo militar se encontró con el rechazo social.

Vencido el susto del 23F, la serenidad monárquica de Juan Carlos I asentó la confianza entre el pueblo.
Año tras año, este día sigue parado en el calendario. Se habla de él, se escribe sobre él; se recuerda: no se olvida. La Democracia busca su estabilidad, huye de nuevos tejerazos. Aparecen otros golpes a la sociedad española, de carácter más estructural que militar. Estructural: que palabra más bonita en boca política, llena de tecnicismo deshumanizador. Como siempre, a la ciudadanía, otro hermoso palabro, se la promete oro para recompensar su confianza con chatarra. Odio los tecnicismos que tiene más peso ideológico que valor social. No importa la grafía de las siglas que ostentan el poder, todas juegan a lo mismo: intercambiarse cromos para engordar el álbum de su historia particular.

Los recortes actuales se han convertido en tónica de una sociedad molesta; de una juventud que se fragua lentamente en el inconformismo. Las promesas electorales tienen prohibido hablar con mentalidad reduccionista, y luego vienen los sustos.
Los impuestos sirven para recaudar el dinero de la hucha social. Los impuestos suben, las pensiones retroceden (en 2015, un pensionista cobró 1,6 euros más con respecto al año anterior y en el inicio de 2016, la revalorización de las pensiones públicas se fijó en un 0,25%). Los pensionistas han ido perdiendo el valor de sus pensiones desde 2007 a hoy, a excepción del año 2011, que obtuvieron una subida del 0,42%, respecto del 2010. Los ricos son más ricos y los pobres, engordan su pobreza. ¿Piedra, papel o tijera?
A partir del 1 de septiembre de 2012 se produce un nuevo incremento en el IVA, pasando del 18% al 21%. Los artículos básicos, como la vivienda, se encarecen, en una política alimentada por la burbuja inmobiliaria y la aparición de fondos buitre, carroñeros, con el beneplácito del Gobierno español. A continuación, parece que el mercado de la vivienda baja su precio, borracha de gestos humanitarios que recuperen las desorbitadas ganancias anteriores; pero los salarios bajan. Vuelta a lo mismo. Los patrimonios fuertes desgravan y no sufren penalizaciones; si se arrepienten de sus vacaciones en paraísos fantasmas, hasta son amnistiados fiscalmente. No hay golpe de Estado, solo medidas estructurales. Los recortes sociales en España alcanzan su madurez en un crecimiento acelerado. El sistema sanitario cierra hospitales públicos (mantenidos con los impuestos de todos). El intento privatizador de la Sanidad, la eliminación de cobertura médica a los inmigrantes o el copago hacen de la enfermedad un lujo. Y suma y sigue, porque el presupuesto global para este servicio en 2013 bajó un 22,6% respecto al de 2012. Sólo es el principio de los males que se han convertido en la base de una dieta chupa sangre.
La comida, hasta la comida basura, es un lujo, y la facilidades sociales cada vez resultan más dificultosas (como la ayudas a becas y comedores). En 2012, sólo en Madrid, se registra una subida en 29 tasas y la creación de 36 nuevas.
El poder adquisitivo de los españoles decrece. Los recortes salariales se suman a los incrementos anteriores; los recortes sociales se enquistan en la población.

La ley mordaza nos retrocede a antes de Tejero. La corrupción se instaura en los partidos políticos como seña de identidad: caso Sarasola, caso AVE, caso CESDI, caso Filesa, los Fondos Reservados; caso Pallerols, caso del Lino, caso Funeraria, Gescartera; la trama Gürtel, Matas, la operación Malaya, la operación Pretoria; operación Púnica, caso Guateque, caso Pokémon, Bárcenas, tarjetas opacas de Bankia (¿quién rescató a Bankia?), caso Taula; el caso de los EREs, las mordidas de PSEO e IU en Sevilla por el caso Madejas, Mercasevilla, el caso Atarfe; Urdangarín, caso Pujol; la burbuja inmobiliaria da para un libro, y la lista continúa.

En Madrid, la subida del abono a los Centros Deportivos se dispara. La lista de despropósitos es interminable, convirtiéndose en una desconsideración desorbitada hacia los ciudadanos.
Pensionistas, funcionarios, ancianos necesitados de asistencia, autónomos, jóvenes buscando su primer empleo, parados de larga duración y familias enteras sufren los recortes sociales de un recorte estructural. Son los sufridores incondicionales de un golpe de estado social.
Si el tejerazo duró horas, este tijeretazo se está prolongando demasiados años. Se ha convertido en un quiste endémico con forma de nuevo copago. Al tijeretazo presente no le salva ni la escusa de la herencia recibida. En vez de arreglar el país, nuestros políticos (y su modelo de corrupta gestión empresarial) lo están convirtiendo en un coto de caza particular con derecho a mordida. Como decía mi abuela: que Dios nos pille confesados. Lo siento por los agnósticos.