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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

23F.16
Una versión actualizada del golpe de Tejero

JGS

El 23F en 2016
23-F-1 23-F-2  

La revuelta política española, cuyo potaje se cocina en los mentideros de Las Cortes, danza animosa. Las noticias corren volátiles, como bocanadas de humo, por los pasillos perdidos de la política entre la calle Zorrilla y la Carrera de San Jerónimo. Maratón sin meta. Hoy toca debate, se necesita un acuerdo con doble propósito: formar gobierno y romper el estancamiento gubernativo. El pueblo y los políticos, cada uno a su manera, están nerviosos. La mirada de los leones esculpidos por Ponciano Ponzano sigue inquebrantable en su pose de vigilantes históricos. Las columnas que sostienen el Congreso de los Diputados recuerdan a la democracia helena en un pseudo Partenón neoclásico. La limpieza arquitectónica sabe guardar el caos interno de manera apolínea. Hoy, en el vientre que sostiene esta rectitud geométrica, el bipartidismo ya no acapara el destino de España; ha perdido su hegemonía. El arco parlamentario discute, debate: lucha. Las palabras esconden intenciones, se hacen guiños, se enfrentan, coquetean, necesitan un logopeda para entenderse.

Este caos civilizado siente el temblor de un estallido pirotécnico al que no se da importancia. Es un estornudo típico de un mes atípico, griposo y convulso. Los ruidos cacofónicos se convierten en palabras desenvainadas con prepotencia, mensajeras el terror. Pistola en mano, tricornio acharolado: un uniforme militar se apodera de la Cámara. El graderío se convierte en selva de avestruces y lémures; un pistolero se sube a la tribuna y para el mundo: “todos al suelo”. Y todos, casi todos, obedecen. Confusión y susto. Las miradas hablan entre sí, desnudas del color político. Incluso las que hasta hace unos segundos se desangraban con acalorados enfrentamientos ahora pertenecen al mismo rebaño del descontrol y el miedo, hermanadas en una coalición horizontal. El móvil, entre temblorosos dedos, se convierte en extensión de sus manos y pensamientos.

Pablo Iglesias, sin cortarse la coleta pero escondiéndola, busca refugio en twitter. Apresado en la dictadura de los 140 caracteres, describe lo indescriptible con compresión estudiantil. “Nos atacan; resistiremos. Algo va mal, no se lo que pasa pero todos tenemos miedo.” La bomba acaba de explotar en el bazar de las redes sociales. Su hashtag comienza a hervir. Pregunta: Pablo estás bien; respuesta: 23F. Albert Rivera intenta estabilizar el susto en términos de política diplomática. Rajoy sigue firme en su sitio como barquero sin timón: “España se rompe”; y Sánchez se asusta como haría cualquier mortal: “llama a la de Andalucía. Ella sabe lo que tiene que hacer cuando yo no estoy. Ahora ocupado; no: secuestrado”.
Sus nombres indigestan el estómago de Google y sus comentarios inundan los espacios virtuales en una proyección vírica. Mientras un policía golpista aclara sus intenciones, los iPhone se convierten en vibradores. Preguntas sin respuesta. Silencio en el interior; una bala incrustada en el techo de la sala esculpe oquedades históricas.

La tecnología transforma un golpe de Estado en telerrealidad a la carta. Las unidades móviles de radio y TV se agolpan buscando la fotografía del momento, Internet se colapsa. El efecto mediático gana la carrera al impacto político. Las alarmas saltan fuera de Las Cortes mientras, adentro, el silencio estabiliza el pánico. La Carrera de San Jerónimo ha sido tomada por manifestaciones populares que rechazan esta revuelta. Miembros del Hare Krisna que adoran a Podemos se han acercado para alejar el mal karma del lugar. Los actores se constituyen en Plataforma Antigolpista, y los nombres estelares pronto inundan las pantallas, quitando protagonismo a los secuestrados. Los políticos se convierten en wiki reporteros gráficos al servicio del ciudadano (ya quisiera la CNN tener esta cobertura), globalizan la información e Instagram es la mejor agencia fotográfica del momento.
Como adolescentes traviesos, sus señorías se hacen selfies furtivos que envían a Facebook para que tranquilizar a las masas.

“Abajo el golpe de Estado” (grita la calle); “Arriba España”, repite el corazón golpista. Madrid contacta con Valencia, los tanques se movilizan vía wi-fi. El rey Felipe VI impone autoridad: sus palabras dan en la fibra… óptica del ciudadano. El mensaje tranquilizador se escucha una y otra vez en el canal que La Zarzuela ha abierto en youtube. La movilización no duerme: nace el Foro Virtual Solidario; en Change.org se disparan las peticiones de condena y Verkami lanza una campaña de crowdfunding buscando sueños.

La tarde de los móviles eclipsa a la de los transistores. Los guasap rompen el concepto de sobrecarga informativa bajo un titular común: si esto no se acaba, no salimos vivos.
La inesperada globalización antigolpista desmorona las aspiraciones de esta aventura subversiva. Como un ratón acorralado, Tejero se desmorona ante la Patria. Esta zafia réplica de Edward John Smith, primer y único capitán del Titanic, no despide a sus fieles marineros con saludos militares. Uno a uno, les dedica un adiós mudo al tiempo que les regala un móvil de última generación para elevar su ego.

La cara de los diputados, desencajada por una sonrisa pálida y poco fotogénica, se refugia en el susto y el frío. Lo dicen sus ojos: “Después de esto, oposito a “Tu sí que vales.””

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