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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

¡Y YO CON ESTOS PELOS!
Rita Barberá se va a la peluquería en vez de asistir al
Palau de la Generalitat

JGS

Rita Barberá saliendo de la peluquería mientras se producía le reunión entre sendores y diputados valencianos
 

“Santa Rita, Rita; lo que se da, no se quita.” No se trata de un juego de palabras sino de una verdad como un templo. Por lo menos, la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, así lo ve. “Lo voy a decir muy clarito y muy fuerte: No dimito.” La actual senadora por designación autonómica, además de estar en el ojo del huracán, se ha convertido en un torbellino sin ojos, el empecinamiento de una Valkiria política, la ahijada de un Rajoy oscuro. Su lealtad ciega a una gaviota llena de canibalismo furtivo se encuentra arropada por Génova. Alta fidelidad. Rita Barberá es una hoja más de un sumario secreto que justifica su inocencia. No es racista porque no ha participado en el blanqueo de dinero ni tiene intención.
Y es que cuando el terremoto valenciano vuelve a dar guerra, al PP se le ponen los pelos de punta. Después de no aparecer durante dos días por las Cortes Generales en el Palau de la Generalitat, ahora, con porte rechoncho y pretoriano, la señora Barberá rellena cámara y hace correr ríos de tinta. ¡Lo mucho que vale!: es tan dócil como inocente; enemiga de la corrupción e insobornable. Es oro molido, fiel seguidora de la justicia aforada.

El PP, dispuesto a trabajar en un frente común para reclamar al futuro Gobierno de España la mejora de la financiación de la Comunitat, se quedó sin Rita. Tocaba arreglarse los pelos mientras la operación Taula certifica su vitalidad, más blindada que el helicóptero de Rajoy y Esperanza Aguirre, engrosando las filas de trabajadores activos que alimentan las listas de la EPA. Tanto esfuerzo merece una Medalla al Mérito en el Trabajo que, sólo si se demuestra su falta de responsabilidad laboral, puede devolver al erario español en cómodos plazos. Su aforamiento es un fajín que la exime rendir cuentas ante la justicia pero no de responder al juicio de la Historia. Mariano Rajoy, un amigo, le regaló ese cinturón de castidad para que en boca cerrada no entraran moscas. “He hablado con Rita Barberá -confiesa Rajoy- y dice que es inocente.” Faltaría más: al jefe le va a revelar sus intimidades. Es mucha mujer, y una valija de sorpresas políticas.

Madre mía, que pintas tengo, tan despeiná y con esta facha. Una comparecencia en el Senado puede esperar; un repaso en la pelu, no. Ni corta ni perezosa, Rita Barberá se sumergió en un baño de rulos para aclararse las ¿ideas?, ¡con la que está cayendo! La peluquería le pone más que cualquier reunión parlamentaria. Rita es única.

“No dimito. Ni me lo planteo.” No se lo piense más y retírese, que le alcanza la pensión. Si Rita Barberá antepone la peluquería al trabajo será porque milita en el INEM aunque su dignidad hace tiempo que engrosa la fila del paro. Para seguir el buen rollito, la dimisión de Barberá debería de ser permanente, sin peluca. En caso de que la nombraran persona no grata, como a Rajoy, ambos podrían irse de cañas sin presión mediática y hacer juntos una comida informal saboreando recuerdos pasados y tristezas presentes. Una paella gallega. Dejemos los callos para otro capítulo que no huela tanto a podrido.
Es saludable despendolarse, pero extraoficialmente, sin pelucas ni maquillajes. Mientras, pelillos a la maaaaaaar, y melenas al viento, de esta mujercilla que busca en las peluquerías un remanso a su reputación de mala bestia política. Si Moisés separó las aguas del Mar Rojo, la protegida de Rajoy es capaz de mear para arriba sin despeinarse. ¿Hay quién da más?

 


JGS

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