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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

LA COSTA AZUL SE TIÑE DE ROJO
El atentado en el Paseo de los Ingleses, Niza,
mancha la Fiesta Nacional francesa

JGS

Atentado en Niza
 

Noticias como la masacre perpetrada en Niza ejercen una sacudida doble en la sensibilidad humana: indignación y miedo. Indignación porque, en un mundo cada vez más loco, su impacto inesperado escapa del sentido común. Y miedo, terror, susto, porque, traumatizados por los efectos del impacto inicial y presos de la ira descontrolada, nos convertimos en víctimas morales de esa atrocidad. La bomba que ha estallado en las calles nizardas también ha explosionado en los corazones españoles, italianos, alemanes, suizos, americanos que rechazan la violencia. De nuevo comprobamos que el dolor causado por la impotencia ética no es menor que el originado por los daños físicos. El instinto de supervivencia nos impulsa a huir del epicentro terrorífico sin preocuparnos que el causante haya sido una mosca o una bomba. El lamento es una reacción posterior al miedo inicial que busca provocar el caos.

El 14 de julio francés, aupado por la libertad y el color festivo desde 1789, se ha teñido de horror. Este Día de la República será recordado por la tragedia. La sonrisa se ha convertido en caras asustadas; la pirotecnia, en una traca sangrienta; la vida, en muerte; la alegría, en dolor. No es lo mismo dar la vida por tu país que te la quite un suicida ciego.
Desde el atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo, en 2015, el integrismo fanático promovido por DAESH se ha cebado en objetivos galos con la intención de minar la moral de sus ciudadanos. A la vez que Francia ha sido golpeada de nuevo, el extremismo de los nacionalistas carroñeros aprovechan la confusión general para crispar el ambiente político y social. No dejemos que el hambre de políticos xenófobos haga de los muertos sus propias medallas y los convierta en justificante para intensificar su propia cruzada.
Me da igual el nombre del loco que lanzó un camión contra objetivos inocentes; tampoco me importan el color de su piel ni la fe que mueve sus creencias porque toda religión es un secta que secuestra la libertad del hombre. Sólo busco una explicación a tamaña barbaridad y en Niza no encuentro más que carne muerta o asustada.

Francia ha vuelto a ser malherida y, con ella, toda Europa, todo el mundo civilizado, todas las personas pacíficas. En un palabra, el derecho a vivir en paz. Ahora más que nunca, pasada la primera conmoción, todavía con la metralla caliente, debemos de acoger lo sucedido con mente fría. Ya existen grupos políticos que, escudándose en su irritante carga ideológica, no han tardado en hacer leña del árbol caído, cargando las tintas sobre el terror islámico como culpable de que la Costa Azul se haya cubierto de rojo. Francia es un objetivo yihadista pero aún es pronto para encasillar a quien la justicia no ha descubierto. Y si hubiera algún indicio del culpable: ¿se trata de un radical asiduo, de un lobo solitario, de un sicario, de alguien desencantado con el occidentalismo; de un musulmán, de un francés? ¿Le mueve la venganza o la manipulación? ¿Con quién estamos tratando? ¿A quién vamos a condenar? ¿Por dónde pasa la línea entre el perdón y la venganza? ¿Qué medidas tomar para que más atentados no se conviertan en algo cotidiano?

Es posible que el asesino del Paseo de los Ingleses esté inducido por un brazo ejecutor invisible. Las conjeturas sobre la autoría de este asesinato se han fijado en un modus operandi que ha comenzado a levantar sospechas en la policía francesa. Es justo reservar nuestra acusación sobre el fantasma que recae gran parte de las presunciones aunque éstas se revuelvan nerviosas. Ahora todos estamos con Francia igual que lo estábamos hace unas horas, cuando pasear por Niza era un privilegio no un infierno.

Las opiniones solidarias de Pedro Sánchez, sin una corroboración política, lo tienen claro: “El terrorismo yihadista es la principal amenaza para nuestra seguridad”. Yo rectifico: el terrorismo en cualquier forma es la principal amenaza para la seguridad de cualquiera. Por lo visto, el secretario general del PSOE ya sabe que el conductor asesino es un yihadista convencido. ¿Acaso no es esto también hacer el juego a los partidos de extrema derecha?: hablar antes de tiempo. Cuando la justicia averigüe la procedencia ideológica de Mohamed Lahouaiej Bouhlel, entonces podremos decir quién estaba detrás de esta salvajada. Las palabras, a veces, causan más muertes colaterales que los actos, sobre todo si son palabras que no se han contrastado con las investigaciones policiales.

¿No sería mejor para todos pensar en el por qué de este atentado y buscar a los culpables, tanto morales como políticos, en un acto de justicia solidaria? Negarles el pan que nos están quitando a golpe de sangre, siempre apoyándonos en la justicia, con la cabeza alta. Sólo entonces la Costa Azul recuperará su color original.

 


JGS

La revista Photomusik no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores expuestas en esta sección.
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