Las coincidencias que originan la Historia resultan, a veces, macabras. El escritor, político e historiador francés Alphonse de Lamartina (1790-1869) dijo ‹‹La casualidad nos da casi siempre lo que nunca se nos hubiere ocurrido pedir››. El 7 de diciembre de 2000, Niza se convirtió en la sede del Tratado que lleva el mismo nombre. El propósito de este acuerdo era reformar la estructura institucional para afrontar la ampliación de la Unión Europea, una tarea que tendría que haber llevado a cabo la Conferencia Intergubernamental del Tratado de Ámsterdam, que, sin embargo, no pudo resolver en casi ningún punto.
El 14 de julio, Niza sufre el azote yihadista contra la población civil (acostumbrémonos). Niza ha sido escenario de la esperanza política para conseguir una Europa fortalecida y Niza se convierte en el infierno de la sinrazón que busca su hegemonía aterradora. La Niza idílica, perla mediterránea y paradero aristocrático, ha perdido el trono de la felicidad bucólica para conocer a su Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Mientras las instituciones se afanan en construir castillos como hormigas obreras dentro de una Europa solidariamente unida aún queda un escollo por salvar: la cohesión política contra el terrorismo.
Mientras leo los artículos que constituyen la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, observo cómo el alma que hace horas se apagó al ver la noche nicena convertida en el colapso de un asteroide suicida vuele a iluminarse con optimismo radiante a favor de la paz. Los 54 puntos que vertebran esta declaración de intenciones se despliegan con la ilusión del bebé que descubre su primer juguete dentro de una casa de muñecas. Los seis capítulos en los que este patrimonio de legitimidad política y moral se divide son una nube esponjosa de diferente color: dignidad, libertad, igualdad, solidaridad, ciudadanía y justicia. Sólo si pensamos en la unidad europea soñada por Robert Schuman comprenderemos que el peso de la unidad es más fuerte que el dolor. La cohesión que busca desgajar el terrorismo siempre ganará terreno en la lucha contra esta locura que intenta cegar la paz.

Si los lobos solitarios quieren separar a las personas, derecho a la vida que propugna la Carta Europea en su artículo 1 no se puede arrebatar. Si lo ocurrido en Niza siembra el terror, el artículo 6 defiende el derecho a la libertad y seguridad. Si esta barbarie no nos deja pensar, el artículo 10 garantiza la libertad de pensamiento. Este tratado protege la diversidad religiosa, cultural, de género o étnica. Leyéndolo se lleva mejor la tragedia del día 14. El perdón, acompañado de justicia exigente, es un derecho que diferencia a los hombres de los animales.

Ahora, Niza es más bella vista como resurgir moral con los ojos puestos en un presente continuo positivo. Después del atentado ocurrido en el Paseo de los Ingleses te preguntas quien mueve los dados del mundo: dios o el hombre. Niza no es el proscenio del horror sino un amanecer solidario. Hoy, Niza se recupera de la pesadilla con respeto y esperanza, mirando hacia adelante. Mientras el odio no empañe nuestra compasión, Niza seguirá viva.