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| A MÍ, ME IMPORTA
Sobre el valor de las palabras cuando,
en vez de ser un hacha de guerra, se convierten en armas oscuras
JGS
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Cuando Nacho Canut y Carlos Berlanga compusieron la letra y música de “A quien le importa” jamás pensaron en el impacto que su canción iba a tener, no sólo en
el espectro sonoro. Más que un éxito, el tiempo la convirtió en himno: un himno por la diversidad , por la libertad sexual. Una canción generacional que ha marcado un
antes y un después cultural dentro del
movimiento LGTBI. Desde que en los años 80 del siglo XX, la canción de Alaska y Dinarama se incorpora como sintonía
de las manifestaciones del colectivo gay, no ha dejado de sonar hasta hacerse imprescindible en cada desfile. En 2017, fecha en la que Madrid se ha convertido en la
cumbre mundial LGTBI con el World Pride Madrid su letra se escucha igual de potente aunque no tan combativa.
El himno de Alaska sonó en la Plaza de Zerolo como relleno en los previos de algún acto lúdico durante esta semana y, como era de esperar, se hizo escuchar el 1 de
julio en el desfile de esta parada internacional. Sin embargo, fue eclipsada por el carisma de Freddy Mercury (“We
Are the champions”), los Queen iniciáticos de
“Bohemian Rahapsody”, Gloria Gaynor (“I Will Survive”), Rafella Carra. Todos convertidos en epinicios del espíritu gay. |
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Admitir la pluralidad es síntoma de madurez; bienvenida sea esa diferencia que no nos atocine, esa rebeldía que tan
sólo reclama justicia y respeto. Preguntar ¿a quién le importa? es practicar la irresponsabilidad festiva, el sometimiento al juego sadomasoquista de la
flagelación liberal; apostarlo todo por el éxito discográfico garantizado.
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La propuesta rebelde, y esa crítica ácida en boca de Alaska, conectaron con la juventud de manera fulgurante y, hoy,
sigue calando en generaciones posteriores. Fue trasgresora, abierta, con algo de espíritu que recuerda al Viejo profesor. Fue motor de una época y hoy sigue coleando; es y será la voz de una canción convertida en emblema de militancia absoluta siempre
entregada a una causa que no olvida su esencia lúdica. Es de ritmo pegadizo; enganchada al éxito comercial que los productores avezados buscan. La letra es correosa, de
manipulación fácil. Lleva a engaño, incita a una confusión
malvada y divertida de bruja piruja con patinete pero sin escoba.
Tu dices que “¿a quien le importa lo que yo haga?
¿a quién le importa lo que yo diga?
yo soy así, y así seguiré, nunca cambiaré”.
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Me alegro por ti, Alaska; por tu rectitud moral, fiel a principios inquebrantables, que jamás
traicionarías (perseguida, enamorada, apóstata, santa, víctima, libre, excelsa o marginada). A mí, sí que me importa lo que lo digas; me importa lo que haces; me importa
tu necesidad de defender los Derechos Humanos; me importa tu coraje para abrir camino en la sociedad; me importa tu fuerza que busca limar asperezas; me importa el cariño
que tus creaciones desprenden, la singularidad con que acaricias y perdonas; me importa tu pasión, tu forma de ser y no querer ser. Me importa tu futuro, me importa un
mañana más justo para todos, la discriminación sexual, la violencia de género innecesaria; me importa alcanzar un consenso sin foto entre los políticos; me importa que
las diferencias se conviertan en semejanzas de las que todos podamos aprender y nos intercambiemos sabiduría. A mí me importa un mundo sin precariedad ni prejuicios
sexuales, lleno de simbiosis placentera; me importa que avancemos en la sociedad, la legalidad y la convivencia, y me importa que las canciones dejen de ser gritos de
guerra para que su melodía signifique un canto por la paz. Por esto, Alaska-Olvido Gara: a mí, me importa. Porque me gusta ir por libre, por eso me importa. |
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