España es un país de trileros, pitonisas, chaqueteros de escaño ajeno; de gente sencilla, humilde y masoquista. Los españoles formamos parte del teatrillo político, más charlatán que parlamentario: ése al que tanto le gusta darse de bofetadas institucionales para hacer de la Democracia consigna de una marcha fúnebre, apostada en el derrocamiento pirata llamado moción de censura. Mañana es día de Champions, a pesar de que la liga haya terminado. Mientras los campos de fútbol se han cerrado, la arena política se abre al circo del esperpento en la era de la comunicación.
Todos los gobiernos son censurables y no siempre la oposición ejerce de alternativa firme al cambio, sin parafrasear el lema que Felipe González popularizó durante las elecciones generales de 1982. Hace semanas que la calle y los políticos están nerviosos; se busca dar la vuelta a la tortilla gubernamental pero, a falta de confianza, los partidos no se ponen de acuerdo: unos, deseosos por jubilar a Mariano Rajoy y otros, con una formación fortalecida por su nuevo secretario general. Entre tanta corrupción, mientras el ciudadano lo pasa mal acuciado por las corruptelas, el paro y el futuro, la casta parlamentaria sigue escupiéndose sin estilo, y el que está arriba continúa gobernando con paso firme pero receloso.
Bien sabe el Partido Popular que en eso de la militancia, a ellos no les gana nadie; son maestros de guante blanco a la hora de cerrar filas en torno a su líder. Mañana hay Champions, sí; pero jamás esta confrontación ha sido tan predecible. Tan censurable es la governancia, modismo pasajero que no registra la RAE, del PP como la insistencia de Podemos que intentará llevarse el gato al agua. Otros, se mantienen al margen en el rincón de los privilegiados, guardando la ropa antes de mojarse. Será que no quieren intercambiar camisetas hasta no saber la talla del otro. ¿Habrá nuevos números circenses o será más de lo mismo?, esa pugna constante entre las palabras del miedo y un sí se puede curtido en las plazas.

El enfrentamiento de mañana vaticina un pergamino interminable de propuestas presidenciales, acusaciones y razonamientos que irán tomando temperatura para hacer más insoportable la calorina que arrasa este mes de junio a España. Unos y otros dispararán con munición escogida para este encontronazo, rodeándose de casquillos humeantes. Hurgarán en la basura para que nos comamos su porquería. Hablarán para ellos pero hacia nosotros; buscarán la mirada del contrincante al tiempo que éste la esquivará con un vacío indiferente; las risas políticas esconderán palabras gruesas, la incomodidad plantará cara a la ironía más cáustica y campechana. Este martes y 13 todo estará permitido, y sin límite de tiempo, por lo que traerse un buen bocadillo, a parte de distraer al canibalismo, será almuerzo de alta cocina. El romanticismo de Rajoy apelará al crecimiento económico sostenido, a esos brotes verdes que tanto proliferan en macroeconomía. Sánchez aparece reforzado en el trono de la abstención, fortalecido por la recientes elecciones internas del PSOE. Rajoy tiene derecho a ser criticado y Pablo Iglesias está obligado a proponer alternativas que haga del hasta aquí hemos llegado una alternativa ajena a los personalismos con ansias de derrocamiento populista y oportunista.

Mañana toca moción censuradora, es tiempo de Champions que, lejos de admitir el empate ni la patada en la espinilla, debería tomar el pulso al momento y aprovechar las oportunidades para construir en vez de defenestrar. Como cantaba Doris Day en “El hombre que sabía demasiado”, que serrá, serrrá.