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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

LA COCTELERA DEL DESPROPÓSITO
Los trapos sucios de un proceso independentista
con más cabezonería que ideas claras

JGS

Maneras de manipular a la opinión púiblica ante el 1-O
 

La carrera hacia no se sabe dónde llega a su final en Cataluña. El tan revoltoso referéndum por su independencia de España ya se ha celebrado en los corazones catalanistas a expensas de lo que ocurra el 1 de octubre. De entrada, Puigdemont ha conseguido lo que quería: hacer más ruido del esperado. El presidente de la Generalitat lo tiene claro; el secesionista convencido, también. ¿Dónde queda el catalán que se siente español? En las últimas zancadas de esta carrera tarambana, las noticias han corrido desaforadas de un lado para otro, los titulares se sucedían antes que su contenido. Y todo ha seguido igual (de caótico). El argumento crispado y la concordia del alejamiento es cada vez mayor; las ganas por resolver el enigma acelera la taquicardia generalizada. A ver si de una vez llega el día de la resaca, y el diálogo deja de ser espejismo para el borracho parlanchín; ese momento en el que el debate se imponga al juego político de urnas más parecidas a cubos de la basura reciclados. Si los Mossos d'Esquadra impiden la apertura de los puntos de votación, ¿se votará en orinales prestados por la vecindad solidaria?

Hasta que la fecha clave llegue, el pulso de la actualidad se ha tensado entre cortinillas informativas monopolizadas por el nombre de Cataluña. Su uso y abuso han logrado que el derecho a decidir se haya confundido con el deseo impositivo de autogobierno unilateral. Hay palabras se inscriben en el muro de la eternidad dialéctica defendiendo la ruptura nacional. Se convierten en huracanes noticiosos que, tras saturarnos, permanecen dormidos como bestia parda del argumentario colectivo. Demagogia pura que suena bien y se atraganta mejor. Es un hecho que parte de Cataluña se quiere independizar pero no toda Cataluña desea la independencia.

Atrás quedan las persecuciones dialécticas. Los deseos incendiarios que revientan la convivencia pacífica colearán de manera permanente. Las calles catalanas han escuchado el sentimiento virgen de esos jóvenes que no sienten la Constitución porque no lo votaron, el de los desilusionados convertidos en hombres de pro que la votaron con implicación antifranquista más que por interés democrático. Dialogar implica escuchar y aceptar al otro. Mientras no se abone este vivero solidario, la Carta Magna de 1978 no tendrá sentido; seguirá siendo un pacto generacional.
Los días han pasado entre turbulencias. Las banderas salen desatadas a la calle, la Guardia Civil deja sus acuartelamientos camino de Barcelona. Para unos, van a defender España; para otros, su misión se reduce a machacar al enemigo, recordando despedidas en tiempos menos gloriosos. Se trata de esa minoría ruidosa que apela al patriotismo futbolero para mantener la estabilidad. Como si fuera una tropa fantasma, la Benemérita se dispone a partir hacia tierras embargadas por un sentimiento de lejanía nacional. En vez de la exaltación callejera, no hubiere estado mal el acompañamiento de alguna estrofa sabinera.
Y el 12 de octubre, Madrid se engalanará con banderas españolas.

Es tiempo de la manipulación educativa en Cataluña con la reinvención de la Historia y la activación del sentimiento nacionalista. La carencia de un respeto al Estado, y al ciudadano que no piensa en catalán, se extiende de manera mesiánica. Es la épica del extremismo vándalo que utiliza a los niños como escudos humanos para proteger sus ansias separatistas. La heroicidad de una lucha desafiante que entrega autorizaciones escolares a los niños para que sus padres les dejen ir a las manifestaciones que apoyan la celebración de la consulta ilegal del 1-O.
Es tiempo de persecuciones, promovidas por las juventudes de la CUP, señalando a quien no comparte su ideología. Los nazis marcaban a los judíos indeseables con el distintivo ‹‹Jude››, Arran (la rama juvenil de Candidatura d'Unitat Popular) lo hace con la etiqueta ‹‹Assenyalem-los›› (‹‹Señalémoslos››).
Imposible caer más bajo.

Los mismos jóvenes que han tomado la Universidad de Barcelona disfrazan de esperanza el espejismo de un 68 acartonado, dirigidos por una casta política aferrada a la desvinculación estatal. Para guinda que endulce este bebistrajo, nada como la creación de un parque empresarial -antaño, centro de prensa- para los periodistas destinados a las coberturas informativas del 1-O. Mientras, Reporteros sin Fronteras denuncia el ciberacoso contra profesionales españoles y extranjeros críticos con la independencia catalana. Cómo olvidar la gesta de los 300 curas separatistas, encabezados por el obispo de Solsona, convertida en una antitética batalla de las Termópilas. Parte de la Iglesia catalana apoya el independentismo con sotana política para conmemorar los 25 años de Raíces cristianas de Cataluña.

El resultado de este batido es un aguachirle amargo e indigesto. El mundo de la cultura se llena de tristeza: desde la preocupación expresada por Manolo García, para quien ‹‹Humillar no es el camino››, hasta Serrat, incapaz de esconder su miedo ante una más que hipotética fractura social. Carles Puigdemont es uno de esos locos bajitos a quien, sin mala uva, el cantautor de Mediterráneo aconseja ‹‹Niño, deja ya de joder con la pelota››.

España parece una casa de mancebía con ventanas a un patio muy particular llamado Gobierno de Cataluña. El resultado de este coctel ojalá tenga aroma a merendola entre pan tumaca y cava de garrafón.
Agítese antes de usar.

 


JGS

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