En el silencio de la noche, los pensamientos son más vivos y la reflexión se revela más calmada. El 11M ha dejado de ser un recordatorio de veinticuatro horas. Ayer, todos nos despertamos más vacíos, con la soledad como única compañera y la impotencia despierta en un domingo negro y tormentoso. La pólvora de un asesinato cobarde arrasó Madrid dejando cicatrices que el paso del tiempo no cerrará con facilidad. Ya son 14 años de lastre pidiendo justicia, lamentándonos y acechando con teorías conspirativas. Casi tres lustros alimentando fantasmas históricos con el sabor cortante de la barbarie.
Madrid, y España entera, se han despertado con el recuerdo de 192 muertes inesperadas y centenares de heridos empadronados en el censo de las víctimas inocentes. Hoy es tiempo de llorar a los muertos, de recordar sus caricias, de sentir su aliento, de revivir experiencias, de proporcionar voz al silencio que dejaron, darles la palabra, dejar que la vida pasee junto a la memoria de los fallecidos por el Bosque del Recuerdo. Es tiempo de respeto y recuerdo onomásticos, de resiliencia ante un trauma que fortaleció la colaboración del madrileño para calmar momentos de histeria y descontrol. |
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Aquel 11 de marzo de 2004, las explosiones que estremecieron desde la estación de Atocha hasta el Pozo del Tío Raimundo hirieron al conjunto de la sociedad pacífica. La onda expansiva de la locura yihadista degradó la condición humana, manipulada por pirotecnia asesina. 14 años después, 8 condenados siguen en prisión con penas milenarias que dan risa y en su momento causaron indignación, sabedores de que nunca las cumplirían en su integridad: los 34.715 años entre rejas de José Emilio Suarez Trashorras terminan en 2044, el mismo que Jamal Zougam y Otman Gnaoui tienen previsto abandonar la trena. Su periodo carcelario ostenta la plusmarca que posee un delito de sangre en la Justicia española: 42.922 años de cárcel cada uno. Los muertos son los únicos que tienen una condena perpetua. El 11M, comenzando por su recuerdo, es una cuestión numérica. Penoso. |
Madrid mira a Europa horrorizada en un día en el que el revanchismo político no puede justificar las confusiones que emponzoñaron las primeras horas desestabilizadoras de un día negro con el rostro de Ángel Acebes y el buitre etarra sobrevolando el dolor. Mientras, el monumento de Atocha a las víctimas se pudre por abandono institucional más que por el paso del tiempo, desmaquillado y sin tratamiento antiarrugas, hasta que una marca de cosméticos encuentre en él un interés patrocinador y su esplendor renazca.. |