Nunca unas elecciones autonómicas como estas andaluzas han convulsionado tanto la política española. En cuestión de horas, ha pasado de zona apartada por su barrera geográfica a ser punta de lanza política española; vértice de un éxito inesperado y volcán de una catástrofe impensable. Andalucía ha dejado de estar en el trastero peninsular para hacerse con el centro de las atenciones internacionales. El PSOE ha ganado estas elecciones tormentosas, muchos jornaleros y trabajadores han borrado su fotografía hegemónica del carné socialista: feudo izquierdista. Andalucía es cumbre del éxito y pesebre del fracaso. |
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Más que golpe para unos y empujón para otros, los resultados que aúpan a la extrema derecha de Vox respiran desencanto. La Constitución es una cuarentona reciente que, gracias a su legitimidad, le ha permitido instaurarse en la carrera del poder. Desde que Podemos irrumpió a nivel nacional, las elecciones ya no se libran como una guerra pesada a dos bandas. La ruptura del bipartidismo que en 2015 emergió con aura esperanzador trae estas bondades.
Lo aterrador que nos debiera poner en guardia ante borrascas venideras es la entrada en el terreno de juego de una formación política que hace del extremismo su bandera constitucional. El triunfo del grupo que preside Santiago Abascal Conde ha brotado como cultivo tóxico que persigue su propagación en forma de producto biológico. Una bacteria de laboratorio privado impulsada ideológicamente por el Partido Popular. PP y Ciudadanos, en un acto de sacrificio dramatúrgico, se han mordido la lengua hasta el último momento negando como un Judas diplomático su apoyo hacia el partido del vasco. Los hermanos continentales de Santiago Abascal se apellidan Salvini, Bannon, Le Pen, Akesson, Modrikamen o Kaczynski. Son una gran familia que deja en pañales, y sonrojada, a la de Alberto Closas como instrumento de propaganda franquista con valor histórico. |
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Andalucía se suma a la corriente europea de los ultra-nacionalismos expansionistas. El antiguo funcionario a las órdenes de Génova 13 lidera parte de una marea europea que apoya a los nacionalismos fascistas con capacidad para arañar el poder como un tigre hambriento. El tsunami que lo ha puesto en la cresta de la ola se ha impulsado con los votos democráticos del andaluz harto de impurezas. Los mismos pieles negra que recolectan en El Ejido a precio de saldo, y en condiciones ilegales, los tomates y pepinos que se encuentran en el Mercado de Triana son perseguidos ahora por Vox y los ejidenses. Su aparición supersónica equipara a España con el resto de Europa... pero de qué manera. Ya no podemos decir eso de que Andalucía is different.
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