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| EL PENSAMIENTO DIRIGIDO
El descontento popular de la ultraderecha sale a las calles de Madrid contra Sánchez y en favor de España
JGS
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Es más fácil manipular a la masa que al individuo. Razonar por cuenta propia es nocivo para quienes buscan su anulación a través de la exaltación colectiva. Esta forma de razonar apunta directa al adocenamiento doctrinal. Los partidos políticos son maestros en ello y sus extremismos, padres de abortos monstruosos. Los precursores del pensamiento dirigido como arma para conducir la masa apadrinan estos malpartos mientras abrazan el derecho a la vida y persiguen a quienes piensan diferente.
Las calles de Madrid fueron escaparate del radicalismo febril, escenario para hacer de la simbología credo y de la demagogia, plegaria. Vox llega a las plazas en su carrera hacia el estrellato político. Las palabras se convierten en balas teledirigidas cargadas de mentiras con nombre propio. Asustan y dan lástima, no se las puede perder de vista ni maximizar sus ocurrencias.
El partido de Santiago Abascal buscó la unidad española más allá de Aznar y Mariano Rajoy. Hoy se defendió en familia la conformidad de pandereta y cólera, la vuelta de El Cid y la Reconquista junto a Cristóbal Colón. Se ha sentido cabreo y miedo de fierecillas indignadas. Fue una piña cáustica con espíritu incendiario gracias al enfado de quienes estaban disgustados con un presidente apodado golpista. ¿Golpista por ganar una moción de censura?, ¿golpista porque molesta al expansionismo ultranacional?, ¿golpista por no sacarnos de la crisis?, ¿golpista por no pactar con Ciudadanos al ser ‹‹la media naranja el PP››? o ¿golpista por no plegarse al triunvirato Casado, Abascal y Rivera, organizador de esta manifestación? |
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Vox, en su carrera hacia la cúspide del poder, saboreó el baño de masas en un festín de consignas incendiarias llamando a proteger el país mientras preguntaba quienes estaban dispuestos a dar su sangre por la patria. El himno nacional sonó, los cuerpos se pusieron firmes ante su música, el taparrabos de las vergüenzas brilló rojo y gualdo, la muchedumbre enmudeció mientras las notas desfilaban marciales, el fervor patrio sacó pecho. La megafonía estridente no cesó de manipular con frases estudiadas en la deformación del significado. Este Ojo de Ra quiso controlar todo invitando a la revolución pacífica mientras las fotos de familia se disparaban con ritmo militar trasformado en consigna dominguera. El baile de banderas ideologizadas satisfizo el hambre nostálgico del axioma absolutista que persigue volver al pasado glorioso con sus fantasmas. Los vivas a la Guardia Civil se abrieron paso con llamadas a hacer de la enseña española símbolo común, indivisible, diferenciador y ¿generador de empleo?
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Sentí miedo mientras me preguntaba, girando 360 grados cabeza y mente, si estábamos en 1936 o 2019. Fue un viaje en el tiempo hasta una época lúgubre ensalzada con boca grande y neurona flácida. Una parte de España resucitaba mientras otra era asesinada por gritos de traición separatista.
La concentración respiró enaltecimiento compartido, locura visceral, ruptura llamando a la cohesión personalista con armonía aria. La sombra del fuerte sobre el débil, del bueno contra el malo planeó vengativa.
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La imagen que Vox ha dado del país que tanto presume avanzó un paso en el acercamiento a las tesis de Salvini, los hermanos Kaczynski o Marine Le Pen. Ni Ciudadanos, ni PP aparecieron para no contaminar con su presencia un acto cívico. Se sintió una fiesta de camisas azules renovadas, de flechas buscando afilador. Se escucharon acusaciones de colaboracionismo con frases tergiversadas como pruebas únicas de una gestión política que a los ultranacionalistas incomoda. Vox resucitó con fuerza un ideario destinado a la movilización grupal: ‹‹La unidad de España ni se negocia, ni se discute, ni se dialoga; se defiende con todas las consecuencias››. Más pensamiento dirigido.
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