Siempre ganan los de arriba y pierden los de abajo. Los de arriba son los que se sienten dichosos con los baños de masas concentrados en sus palabras y gestos; los de abajo, los que miran con ojos de ciego. Los encumbrados, quienes hablan sin meditar lo que dicen excepto para el dictado de folletín; los de abajo, quienes esperan escuchar unas migajas de esperanza y solidaridad. La política que nos agota se ha diseñado por y para los guerreros que no buscan prisioneros aunque sus palabras conviertan al pueblo en rehén de sus fechorías.
El 26 de septiembre de 1960, la nación norteamericana, sin el espectro de Donald Trump, aguardaba como agua en mayo el primer debate televisado entre John F. Kennedy y Richard Nixon. En España, los cinco aspirantes en discordia someten al votante a la tiranía de la imagen que no analiza pero ofrece planos detallados de camisas encorbatadas o pechos descongestionados, informales, descubiertos mientras el corazón se blinda. Sánchez, casado, Iglesias, Rivera y Abascal han conseguido que España, la nación perdida, se fije en ellos, que pensemos sus palabras con la resaca de una noche poco descansada.
La charla electoral ha hablado por sí misma dejando un eco de flacidez verbal e incontinencia moral. El cansancio hizo mella en palabras huecas, ideas repetidas y alguna que otra mentira. Lanzaron el señuelo de la esperanza, cada uno a su manera: desde la llamada al estado de emergencia hasta la recuperación de la memoria española única, grande y libre. Los comentarios de una presidente en funciones que no se salió del papel marcaron distancia sin poner la carne en el asador y huyendo de cualquier pregunta molesta e incómoda. ¿Va a pactar con los independentistas: sí o no? Y así hasta convertirse pasar de melodía chistosa en rueca esquizofrénica.

En el camino quedaron rastros de adoquines comprados en mercadillos e ideas vagas que no salieron del envoltorio. Cataluña se convirtió en nación y España en estandarte de un ejército con tufo franquista moderado en las formas, pero franquista hasta el tuétano. Los enfrentamientos orales lanzaban escupitajos pasteleros que apetecía lamer más que esquivar. Los negros ya no son escoria sino parte de una nada que debe ser exterminada de la piel ibérica, la economía es un anuncio publicitario. Se lanzaron guiños a la tierra despoblada, palabro que peligrosamente se ha convertido en moda de los diccionarios progres y motivados. Es la épica del desencanto en primer plano. De Cultura, menos que nada. Los cinco toreros vieron al toro desde la barrera de sus atriles. El catalanismo no se llevó al cine, ni a los libros, ni a la música, ni a la pintura. La noche se vistió de negro oscuro, los ojos comenzaron a ceder mientras el cerebro estaba muerto hace tiempo. Toda una tortura... Otra vez, no, por favor.

Konrad Adenauer decia que en política lo importante no es tener razón sino que se la den a uno. Los candidatos se sintieron hijos del político alemán. Da igual que el adoquín roto fuera falso o autentico, forma parte del teatro verdulero. ¡Vaya ladrillazo de debate!