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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

ALTERACIONES PRIMAVERALES
Manipulamos la realidad a nuestro antojo

JGS

COVID-19
 

El coronavirus ha despertado nuestro lado más solidario y egoísta. No es una paradoja sino una verdad que, a veces, no admitimos con la seriedad que se merece. El coronavirus, la COVID-19 o como quiera llamarse nos está trasformado. El daño verdadero no es el que ejerce sobre nuestra biología. Las alteraciones causadas en lo social y mental tienen un papel más significativo. El estado de alarma se ha convertido en una tensión permanente. Lo aceptamos con enfado cuando atribuimos su inoperancia a conspiraciones políticas. Eso que los entendidos, y poco imaginativos dueños de las palabras, han llamado desescalada está dando los primeros pasos en la confusión. Los gobernantes quieren tunear la certeza de la lentitud, enseñada durante la infancia, en una carrera de velocidad, una competición para dar la zancada más larga que permita adelantar al adversario. La palabrota más gorda ha alcanzado la denominación de origen que se ve desde fuera como signo identificativo del pellejo español.

La remontada ha mutado una guerra intestina que funciona a cañonazos. Las pócimas de Astérix sólo existen en la imaginación de sus creadores y lectores. Al final, hasta los muertos habrán ganado esta batalla gracias a un luto oficializado, y los que continúen en pie deberán seguir alerta contra un ser vivo que mata. Si salimos de esta incomodidad no habrá un vencedor que cruce la meta en solitario pero los supervivientes estarán ahí gracias al celo de uvis, improvisadas a veces; otras, saturadas pero siempre dispuestas a dar el callo. Quienes ahora se manifiestan contra un encierro involuntario, ¿se dirigirán a la sanidad pública si caen en las zarpas del germen anticlasista?

Las puertas blindadas se han abierto para levantar el motín mientras la cámara de seguridad se tapa con mascarilla. Las que tienen un cordón como pestillo no necesitan cerrarse porque nadie las abre. La carrera por volver a la normalidad es anormal, ha sacado lo mejor de nuestro egoísmo y solidaridad. Después de que dos aviones se perdieran por el cielo del mercado negro sanitario, ahora se saca pecho defendiendo el aterrizaje de diez con ardor de hazaña bélica. Cuando la obligación se exhibe como arma colonizadora de la solidaridad, ¿no es mezquino aunque sea cierto? Las calles ignoran el distanciamiento social, la protección es un bien escaso. Queremos volver a sentirnos peatones, a ocupar las aceras con el agobio de los atascos en libertad pero ¿estamos preparados?, ¿sabemos convivir con un intruso que ha venido para quedarse? Somos carne del coronavirus y al que no le guste, que se quite de en medio o se ponga la mascarilla.

Cuidado con esos oportunistas que hacen negocio de la enfermedad y convierten obligación y responsabilidad sociales en moda. Las mascarillas se fabrican de colorines, sin importar que los pulmones se encharquen con aditivos tóxicos. Los ositos besándose lanzan una sonrisa ecológica al enmascaramiento y los diablos advierten la letalidad del bicho en formato chistoso. No sería aconsejable llevar antifaz por moda ni que se convirtiera en una artículo de consumo antes que la respuesta a una necesidad cada vez más cotidiana.

 


JGS

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