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LAS VOCES DEL SILENCIO

PALABRAS SOLIDARIAS
Histórico

 

ME PREOCUPA
Después del coronavirus, nosotros somos nuestro enemigo

JGS

COVID-19
 

Los números han iniciado una carrera entre el cangrejo y el caracol. Hay dos bandos claros en esto de luchar contra la resistencia del coronavirus; contra la fuerza de un ataque que medimos en cifras. Cuantos menos muertos haya, mejor; no importa que los infectados aumenten mientras no fallezca gente. Esto es síntoma de una mejora flotante que deja en paños menores al miedo que tenemos a la guadaña. No queremos ser recluidos en nuestros domicilios como animales de feria que sólo saben salir a los balcones para cumplir un rito social bienvenido. Los testimonios que han relatado cómo las medidas preventivas básicas están para saltárselas no faltan. Pero no importa porque los muertos decrecen. Vamos por buen camino. Es más fácil ser modélico cuando 1000 personas caen diariamente que cuando lo hacen 10: basta con quedarse en casa y darle a la manivela del aplauso solidario. Todos estamos con el miedo entre las piernas y sin una sanidad pública deberíamos comenzar a cavar trincheras. La luz que muchos prometen al final del camino siempre ha estado ahí lo que pasa es que unos se han querido poner más vendas que otros para no verla. También aquí los guarismos han sido un juguete: números de días restantes por alcanzar la salida, de presidio, de muertos y contagiados, de asintomáticos y tipificaciones que nos dividen en fases hacia la recuperación. Es una barbaridad alegórica que me asusta y horroriza. Estremece más que nubarrones sin coherencia meteorológica hayan tapado el sol.

Me preocupa la cantidad de tiempo que utilizamos para abrazar la rutina atentos a la curva de mortalidad, el morbo que ha despertado este interés repentino por la muerte, el recuento hacia adelante y hacia atrás en forma de conga criticona.
Me preocupa la cantidad de sanitarios obligados a salvarnos la vida desprotegidos, me preocupan cuántos hemos convertido en ángeles de la guarda transitorios y a cuántos dejaremos en la estacada una vez que esto pase.
Me preocupa el cariz transeúnte del ayer cuando la emergencia no sea más que una cifra inquietante en el presente.
Me preocupa que nos tomemos esta urgencia como un chiste político y que la COVID-19 se convierta en una caza de brujas porque no se sigue lo que algunos dirigentes quieren.
Me preocupa que el egoísmo interesado por salir del atolladero y el altruismo del orgullo político sumen cero.
Me preocupa la relajación que dará lugar a otro confinamiento, me preocupan las hibernaciones sustentadas por videoconferencia.
Me preocupa que gritar contra los recortes de libertades defienda pasear por el parque cuando no queremos ponernos mascarilla. Somos carne del coronavirus y al que no le guste, que se quite de en medio o se ponga la mascarilla.
Me preocupan los guantes usados convertidos en una generación nueva de preservativos ensuciando las calles.
Me preocupa la mala educación, me preocupa la impaciencia, los cambios de postura por presiones, la consolidación de una estrategia comunicativa errática y la falta de empatía entre los interlocutores.
Me preocupa que ignoremos más a los científicos que a los gobernantes.
Me preocupa que las reuniones semanales en el Congreso de los Diputados sirvan para contar batallas dialécticas incapaces de llegar a un acuerdo.
Me preocupan las cazuelas sin cocido en vez de las caceroladas con insignias futboleras.
Me preocupan las respuestas que vestimos con mentiras.
Me preocupa un mundo para el que ahora es el pasado pero no sabe apreciar la elasticidad del momento.
Me preocupa que se recuerde a los muertos como una gráfica anecdótica que dispare la confrontación.
Me preocupa que pensemos en el bienestar cuando el malestar crispa.
Me preocupa que España sea el país del mundo con más profesionales de la sanidad contagiados por el coronavirus.
Me preocupa escuchar que estamos ante la mayor pandemia en 100 años, verdad absoluta, y se ignoren sus dimensiones reproductivas.
Me preocupa que esto se tome como una competición y que saltar de 0 a 1 y de 1 a 2 sea un juego de la oca en el que cada uno quiere mover ficha cuando no le toca.

Mientras haya muertos, la alerta ha de estar presente o ¿es que dos víctimas son menos importantes que 80? Eso creemos hasta que uno de los fallecidos es familiar nuestro. Entonces, ya veríamos.
También, sonrío al ver, cada día, más mariposas frecuentando mi ventana. Me preocupa pensar por qué no se han acercado antes y si se irán para no volver.

 


JGS

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