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EL ORDEN DEL CAOS
Película "2046".

J. G.
(Madrid, España)

2046
Ficha Técnica Video

El poder decisorio de los números juega con el tiempo cuando representa momentos históricos para la Humanidad. Son un ente concreto e indefinido, pasado, presente y futuro; todo y nada. 2046 es un guarismo, el identificativo de una habitación, de un tren, de una novela, de una obsesión. El título que Wong Kar-Wai lanza en este largometraje hipnótico plantea un jeroglífico que no pretende ser entendido sino alcanzar la fibra imaginativa del espectador. El deleite de una trama cargada de potencia visual se deja arrastrar por las corrientes del sentimiento salvaje, sigue la línea del protagonista dandi que olfatea en la noche el perfume de sus amantes. El hombre solitario se lanza a alcanzar el futuro como viajero único de un ferrocarril futurista. Relata el instante movido por la curiosidad periodística y el fuego lascivo. La pérdida y la búsqueda se citan sin compromiso. El ahora devora su presencia irrepetible en la mente del escritor-cronista. Chow Mo-wan es un pasajero del tiempo, un periodista y escritor ganándose la vida modelando la oscuridad de las palabras que le ayudan a sobrevivir sin importar el contenido mientras alimenten al estómago. Se mueve por la sensualidad del encuentro no forzado con una sonrisa segura de sí misma. El gesto es permanente, sin atropello; su mirada posee un atractivo magnético de mantis insaciable. La búsqueda descubre almas que abonen su novela para abandonar la estabilidad pagada a 10 dólares las mil palabras. El material humano elabora un verso de sosiego óptico.

Bai Ling (Ziyi Zhang)  
Chow Mo-wan (Tony Chiu-Wai Leung) es un periodista dandi

Las épocas y espacios narrativos son complejos, apasionantes, pueden llegar a trasformarse en el agujero de un huracán que engulle como arenas movedizas, con lentitud y efectividad. El periplo iniciado por universos humanos ofrece un paisaje hipnótico que aburre o entusiasma sin construir murallas. La sorpresa no conoce límites. Las vivencias del señor Chow germinan gracias a reflexiones ocupadas por la fantasía experimental. El donjuán oriental toma a las mujeres como objeto con capacidad de anularlas. El atractivo de Su Li-zhen en el cuerpo de Bai Ling, el amor a primera vista; la frescura de Wang Jie-wen, la hija del dueño del hotel y escritora aficionada o la comprensión androide de Lulú ejercen un hechizo sobre él; la frialdad de la araña negra, en ocasiones maternal, capturan su pasión. La seducción circula sin compromiso entre lo físico y el ideal del amor. El enamoramiento diferencia la dimensión humana de la robótica, la libertad de la prohibición a la hora de mostrar cariño.

El director Wong Kar-Wai no escamitam momentos de pasión con sus protagonistas  
Amor entre humanos y androides

El poder críptico del título aritmético reafirma el valor político. Tras la devolución británica de Hong-Kong a China en 1997, 2046 se establece como el año en el que concluye el compromiso pequinés de 50 años sin cambios. Las revueltas en la década de 1960 son verosimilitud significativa que recuerdan el ayer tumultuoso. El sentido de la vida circula en un vagón bala. El largometraje no se deja comprender con tranquilidad porque acaso no lo pretende. La lágrima resbala por la piel de porcelana, la sonrisa del hombre enamorado inquieta, hay ternura y explosión, encuadres precisos, atractivo del desnudo fuera de plano, belleza erótica. El director hongkonés se acerca más a la filosofía y estética de Blade Runner que a la imaginación galáctica de algún realizador norteamericano. La continuidad plástica es virtuosismo formal, fotografía equilibrada y caótica, suavidad, realismo y abstracción. La cámara es una observadora lenta de la luz oscura y el plano cerrado. El aspecto gráfico se acopla al sonido variopinto con sabor a cocina wok que salta entre Nat King Cole, el sonido chirriante de una música española desorientada (léase Xavier Cugat) y notas clásicas sobresalientes de Vincenzo Bellini. 2046, en su versión del Hong-Kong personal y profundo, no es una película para entenderla sino para sentirla. Las dos horas que aguanta esta obra inmensa dan para especular sin que nadie tenga la solución al argumento cuajado de dialéctica simbólica.

 
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