La aventura propuesta por “Petit Indi” comienza desde que la animación presenta los créditos iniciales, con gran parte de su argumento resumido en ella; sumergiendo al espectador en una fábula donde sueño y realidad se dan la mano. Antes de que los planos situacionales inunden nuestro interés, nos sentimos envueltos en un mundo especial dentro de una realidad amarga. La película de Marc Recha tiene como protagonistas a héroes cotidianos que, en silencio pero con fuerza, luchan contra el avance de la arqueología constructora. Están secuestrados por un ambiente de hormigón, voraz y corrupto, en el cual la imaginación encuentra su parcela.
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El arrabal barcelonés, tierra de nadie, se convierte en escenario para una narración de belleza opresiva, más allá de lo epidérmico. Es un plató a campo abierto donde no se explota el dramatismo visual. La vida no forma parte de un documental lírico. El debutante Marc Soto (Arnau) saborea la alegría y la desolación. Sufre la agonía de una periferia que se asfixia entre el olor a tierra y contaminación; está rodeado de francotiradores que no se esconden, disparando a quemarropa y sin silenciador. |
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La ausencia de una continuidad dialogada obliga a que gestos y acciones sean los comandantes de su actitud reconcentrada. Es un mundo introspectivo, que se recrea en el amor hacia la Naturaleza dentro de una selva de asfalto cada vez más próxima.
Este recorrido de ilusión y tristeza trascurre por paisajes singulares: desde el racionalismo que Antoni Bonet y Josep Puig plasmaron en el Canódromo de Meridiana (1962), donde las ilusiones nacen y fenecen con la misma rapidez maratoniana hasta la cárcel de mujeres de Vad-Ras: fría, anónima y apestada de casos sin resolver; el barrio Vallbona, aislado por las autopistas. |
| La vida de Arnau es un reencuentro con la Naturaleza, con la tranquilidad, con el diálogo entre los sonidos del silencio, entre hombre y animal. Los personajes de “Petit Indi” son un oasis de sentimiento engullido por las fauces de la Ciudad Condal; un retrato del urbanita buscándose la vida a su estilo: como carterista borracho o corrupto trajeado. Hay cielos tormentosos, deudas y responsabilidades. |
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El deseo se mezcla con el coqueteo en la relación del muchacho con el reino animal. La compasión por el desamparado consigue ganarse un afecto maternal que desconoce. Vive un viaje a la deriva en compañía de una familia que él ha creado, sorteando el día a día con la ilusión de volverlos a sentir.
La cara oculta de “Petit Indi” conserva la intensidad de una mirada ojerosa. Su luz apagada, y realista, no necesita reivindicarse con constantes actos de presencia durante la historia. El espíritu de esa visión palpita en los sueños de Arnau como carencia. Sufre una amputación que sólo se verá reparada por el sacrificio y la libertad: desprenderse de lo que más quieres para volver a tener lo que más amas. ¿Se ha doblegado ante una realidad insostenible o ha madurado?
Soñar es gratis, despertar a la realidad pasa factura. Ocurra lo que ocurra, la ira es más dolorosa cuando respeta el diálogo interno de su turbación. |
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| “Indi Petit” significa una apuesta por el cine VO en catalán, defensora del respeto a la pluralidad cultural. |
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