Una chiquilla de chocolate cruza la aridez hecha tierra. Perdida en la nada, riega con lágrimas de hiel el suelo que la vió nacer casi ayer mismo. Será la voz que clama en el desierto por la desdicha de tanta mujer humillada. |
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Sobre la historia real de Waris Dirie, se ha rodado esta película. Es la biografía, llevada al cine, de una vida, que fluctúa entre lo cotidiano y lo extremo. Un cuento que sorprende y conmueve. Sorprende, porque lo usual aquí puede ser inusual un poco más allá; y lo que en un lugar es costumbre, en otro resulta de lo más exótico: entusiasmarse con un filete o tomar "comida de cabras"; agujerear una oreja o extirpar un clítoris. Para destejer el hilo de tanta contradicción y entender los porqués de cada movimiento del péndulo, Sherry Hormann, la directora, se transmutó en nómada y realizó la travesía de ambos desiertos: el suyo propio, el interior, y el físico, el de la tierra.
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Somalia, uno de tantos países en inestabilidad perpetua, no pudo ser el escenario de rodaje, pero otro pequeño punto del Cuerno de África, Djibuti, prestó paisajes y ambiente a la filmación. Muchas de las gentes que jamás habían visto una cámara de cine, se convirtieron en actores circunstanciales en este reparto. La protagonista, casualmente también modelo, fue elegida por sus rasgos físicos. Etíope de nacimiento, se asemeja notablemente al personaje real. Su trabajo es bastante acertado y no desmerece con respecto al de los otros actores más experimentados. |
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Los personajes de la amiga y la directora de la agencia de modelos resultan un poco esperpénticos y fuera de lugar; no convencen dentro del mensaje que se pretende transmitir.
Quiere ser una denuncia -evidentemente lo es- pero la forma de contarlo no llega a cuajar. Hay toda una serie de derivas que desvían la atención de lo que se supone es el objetivo principal. Sobran escenas, que nada aportan a la obra y quedan como aisladas. |
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El conjunto es entretenido, fácil de ver, pero bastante simple en cuanto a su presentación. El deseo de comunicar algo importante ha quedado diluido en unas formas demasiado elementales y que aportan poco cinematográficamente. |
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En resumen: una película para ver un domingo por la tarde, en invierno, con mucho frío y pocas preocupaciones; porque lo que es meternos de lleno en el problema de la ablación, no lo consigue. |
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