Los ingleses, a parte de conducir sus vehículos por la izquierda, poseen un sentido del humor característico. Es tan peculiar, y autóctono, que no siempre resulta cómodo para los demás. Le sacan punta a todo, cualquier cosa, excepto meterse con su reino y la falda escocesa, les parece gracioso. La vida es un estado mental británico blindado que no entendemos muchos. Una cosa a su favor es que son capaces de hacer un chiste, tonto, de un día lluvioso. Lo aburrido también tiene su miga. Hasta la escusa de realizar un viaje turístico por los mejores restaurantes del norte de Inglaterra es motivo para correrse unas risas... llenando el buche gratis como parte de su trabajo. Para esta empresa, Steve Coogan y Rob Brydon se soportan entre delicias culinarias. No hay nada como la complicidad de una amigo para suplir la presencia de una novia, y compañera de viaje, que ha fallado en la aventura.
Lo que pudiera haberse convertido en un circuito atractivo, con formato de guía Michelín, hacia el mundo de la degustación gastronómica y los suplementos semanales culinarios no alcanza la ebullición del guiso aceptable. Las pinceladas humorísticas persisten con personajes secundarios como jefes de cocina deseosos por elevar sus platos a la sofisticación lingüística. Parecen obras de arte con más nombre que sustancia. Haciendo gala del humor británico citando con anterioridad, The Trip es una crítica a la cocina minimalista en detrimento del plato de cuchara. |
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La celeridad de los diálogos aburre en una batalla de intensidad pugilística. Las imitaciones de Michael Caine o de Sean Connery cortan la digestión por su sobreactuación intencionada. Menos mal que el paisaje británico húmedo regala pinceladas artísticas de tranquilidad. El largometraje viajero filosofa con interés sobre el precio a pagar cuando el amor se antepone a la fama. ¿Qué está primero: el cariño o el prestigio profesional? La respuesta es la esencia de Coogan y Brydon. La crisis de los cuarenta afecta más al declive existencial de este que a la visión continuista de su compañero con el humor ácido como telón de fondo.
Lástima que tengamos que llegar al final de la película para disfrutar de los mejores momentos, con reflexiones sobre la soledad. The Trip empareja a una personalidad superficial con la sencillez que basa su salsa en condimentos naturales.
Donde esté un par de huevos fritos, estilo Lucio, que me quiten lo bailao. |
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